Es, cuanto menos, sorprendente. No es muy normal que a alguien se le ocurra convertir Los cazadores del arca perdida en una película muda, pasándola a blanco y negro, quitándole los diálogos y el sonido que la caracteriza y sustituyéndolos por una música, a veces melódica, a veces electrónica, muy distintas de la compuesta en su día por John Williams, una de las más conocidas de la Historia, por cierto.

Pero para Steven Soderbergh la palabra normal no tiene el mismo significado que para el resto del planeta: él asume riesgos como algo cotidiano, cosa que ha demostrado a lo largo de su carrera (con bastante acierto, también hay que decirlo), carrera que hace años dio por acabada ante la imposibilidad, según afirmaba, de poder seguir llevando a cabo la clase de proyectos que defiende y ha defendido con su trabajo en el pasado.

La última de sus audacias ha sido la de transformar la primera película del aventurero y arqueólogo Indiana Jones en algo completamente inusual, en otra película completamente distinta de la que Steven Spielberg ideó, y lo ha hecho con el convencimiento de que es la mejor forma de enseñarle a al público hasta qué punto es importante la dirección de una película: para dirigir bien, un largometraje debería funcionar sin sonido, y la puesta en escena es crucial, afirma.

La teoría es buena, pero no vale demostrarla con cualquier ejemplo, por muy sobresaliente que sea la cinta que manipules. Primero porque sus fans se la conocen de memoria y como tal quieren que ésta siga siendo, así que solo van a fijarse en lo que a la cinta le falta en lugar de encontrarle las virtudes que Soderbergh pretende señalar de este modo.

Y segundo, porque Cine mudo ya hay, y tan espectacular como para que una película de F. W. Murnau o Sergei M. Eisenstein le sirva para dar varias clases sin necesidad de cambiar ninguna otra que esté concebida de forma distinta.

Soderbergh, como autor que es, debería haber caído en que retocar una película solo le es posible si se trata de una suya, que también las tiene muy buenas.

En ese caso, adelante, pero coger como ejemplo una de otro no está bien. Y menos sin permiso, porque el cineasta admite que no lo tenía pero se escuda en la gran labor que ha hecho con esta nueva mezcla. La cuestión es que no creo que nadie se lo agradezca.