El público de la Televisión Argentina nunca fue muy exigente a la hora de elegir un determinado programa de entretenimiento, y menos aún a sus protagonistas y conductores. Desde aquel maravilloso y extenuante "Feliz Domingo" de Silvio Soldán, que marcó nuestra juventud, hasta las interminables horas que pasábamos frente al televisor junto a Juan Alberto Badia en "Badia & Compañía", pienso que se trataba más de "encontrar compañía", llenar un hueco, encender un decorado, más que de elegir y optar o no por ver un determinado programa.
Esto, puede decirse sin temor a equivocarse lo ha logrado con mucho mérito Marcelo Tinelli: una cara sonriente, una risa siempre encendida, un entusiasmo pocas veces visto- "ni real" sobre cualquier cosa que se desplace o se presente en el plató televisivo; el amigo del barrio, el que nos hace la segunda, el cómplice de nuestras inocentes travesuras, todas estas carencias del poco exigente público argentino las supo con tesón e inteligencia compensar Marcelo Tinelli. Sí es por todo esto, el premio es más que merecido, tampoco le quitemos mérito.
Aunque la simpatía o no de un presentador también cuenta.
Por ejemplo Marcelo Tinelli es un discípulo de Badia, puede decirse que Juan Alberto fue su "mecenas". Sin embargo, no era lo mismo ver al querido Juan Carlos Mareco que al soberbio y repelente Chiche Gelblung, pero sobre gustos no hay nadie escrito. Todo esto para hablar de Marcelo Tinelli, conductor histórico de "video match", una suerte de "estudiantina" que arrancó allá por los años noventa donde Marcelo y un grupo de amigos comentaban, con más o menos humor y acierto, los videos que iban proyectando en la pantalla.
En fin, que con los años y el "machaque" constante de la publicidad luego aquello creció y creció, Marcelo supo ganarse a su público y hoy Tinelli - merecidamente - se ha convertido en uno de los conductores más famosos de la televisión argentina.
La idea de otorgarle a Marcelo Tinelli este premio parece que viene de Mauricio Macri, el actual intendente de la Ciudad de Buenos Aires, quien parece empeñarse en conseguir - para él, para su campaña y para Buenos Aires- un "cacho de cultura", como decía el Clemente de Caloi. La cultura en general es un ámbito tan grande, amplio y universal donde - en Buenos Aires, República Argentina- cabe el tango, los libros, los "Quilla Huasi", los alfajores Jorgito, la cumbia y el "choripan", ¿por qué no va a caber también Marcelo Tinelli?
Digo por qué no puede haber un lugar para este presentador argentino y popular, si entendemos a la cultura en un sentido amplio, tal como ya hemos aclarado antes.
El problema o la polémica, si se quiere, es hasta dónde es genuino, hasta dónde no suena a oportunismo, cuando no a desafío, que un gobierno de centro-derecha como el de Mauricio Macri recurra a estas iniciativas o reconocimientos "populares". Ya sean en respuesta a otras iniciativas que vienen de otro sector de la política, o de otra ideología ( Por ejemplo el caso de Horacio Fontova, que también fue reconocido como una persona destacada en el ámbito de la cultura ciudadana), o como provocación, por ejemplo con aquello de los militantes del PRO, de su partido político, luciendo camisetas con la imagen del Che Guevara. En este sentido otro tema para escribir largo y tendido, de los cuales ya hablaremos, es el de los Premios Martín Fierro, últimamente manipulados y desprestigiados por razones sectoriales y políticas.
En mi humilde parecer, como siempre digo porque la mía es una opinión entre muchas otras, es que lo que intenta Mauricio Macri, o la centro derecha porteña, con esta iniciativa y con muchas otras que tienen que ver con el mundo cultural es "apropiarse" de símbolos populares y nacionales. En este caso de premios o de reconocimientos culturales - históricamente asociados con gobiernos progresistas o de izquierda, sobre todo con el peronismo- y hacerlos suyos en nombre de lo nacional y popular; lo que en Argentina, también históricamente, siempre ha dado mucha rentabilidad a la hora de juntar votos.