Como conjunto de personas que compartimos el mismo territorio, y que de momento no tenemos otros, tenemos unas cuantas misiones que cumplir, con el fin de no destruirnos entre nosotros, al estilo de las películas de Hollywood. Estamos obligados a realizar intentos genuinos por superar escollos que no nos permiten evolucionar, ya que, en tanto y en cuanto sigamos teniendo esta clase de falencias como grupo, toda evolución tecnológica o científica esta constantemente caminando en un solo pie.
El fanatismo nos enfrenta en las canchas de fútbol en el recinto político o en la religión, enfrentamientos que son producto de una inmensa ceguera; ya que nos inculcaron, generación tras generación, que ser fanático es bueno, incluso inculcamos a nuestros hijos que sigan el mismo modus operandi, sigan a un artista y den cualquier cosa por verlo, incluso a veces llega a ser la vida, le inculcamos que sigan a un equipo de fútbol y que ataquen a su rival, al árbitro y a todo el que se oponga a lograr el preciado triunfo.
Que el partido político tal es mejor que el partido político cual y los únicos que ganan son los idolatrados que se quedan con el producto del esfuerzo del fanático, que en algunas casos esa lealtad lleva a perder la vida.
En resumidas cuentas, el fanatismo nos mata, porque nos quita el poder de decidir hasta dónde queremos llegar, cegados por defender lo que creemos que es correcto, o por ser los primeros en la avalancha de gente que se desespera por ver a alguien, o nos cegamos hasta la violencia porque nuestro equipo preferido no logró lo que esperábamos. Y así nos mantenemos divididos entre ellos y nosotros, así crecimos, así fuimos educados y así educamos a nuestros hijos, quizás sea tiempo de rectificar el camino y sumarnos a la evolución consciente diciendo "No a la violencia" ni física ni verbal, no a la intolerancia, no al fanatismo, todos los días, no solo cuando es políticamente correcto.
Quizás en ese momento tenga un valor moral significativo el "Pray for London", mientras tanto estamos estancados en el "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago", y la hipocresía genera cada vez más incredulidad y desconfianza, no le creemos a nuestros políticos porque en el fondo sabemos que actúan como nosotros, dicen lo que queremos escuchar y luego hacen a conveniencia, dicho sea de paso es signo de que la corrupción es producto del seno de la sociedad en la que vivimos.
Es tiempo de dejar de echar culpas, de dejar de dividirnos y de comenzar a pensar, por nuestros propios medios, es tiempo de concebir conscientemente el mundo que queremos para nuestro futuro, en base a la equidad, la tolerancia y la justicia, el tiempo es ahora.