En el segundo tiempo, tras el ingreso del plantel de River a la cancha, desde la hinchada les lanzaron gas pimienta y en consecuencia quedaron cuatro jugadores lastimados y el partido debió suspenderse.

"Por tres o cuatro inadaptados se debe suspender un partido" explicaba uno de los periodistas deportivos, mientras relataba un papelón a nivel mundial en una cancha de fútbol.

Pareciera que en Argentina, la violencia y la falta de respeto se instalaron en todos los ámbitos sociales. Los padres son violentos con los maestros, los alumnos hacen bullying a sus compañeros.

Violencia en el tránsito con paros y piquetes. Violencia entre vecinos y violencia de nuevo en las canchas.

¿Es la culpa de unos pocos o el problema es más profundo? El partido se suspendió, y los jugadores afectados recién pudieron atenderse en un hospital tres horas después, porque no podían salir de la Bombonera.

Todos vimos el drone sobrevolando con "el fantasma de la B". Agresiones que ya no son de tinte bajo, como se hacían en un River vs Boca, o Boca vs River.

La violencia engendra más violencia, y si los mismos jugadores aplauden al finalizar un hecho así, que a juicio de valor moral, ético y ciudadano, dio mucha vergüenza, esto da impunidad a todos más allá de la decisión que tomó la Conmebol.

Vimos al director técnico Rodolfo Arruabarrena discutiendo para defender la necesidad de seguir el partido. Ninguno de los jugadores de Boca se solidarizó con sus compañeros, aunque llevaran los colores rojo y blanco, para irse todos juntos al vestuario y evitar mayores agresiones.

Y quizás tomando esas acciones como ejemplo, no nos sorprenda que la sanción se olvide tiempo después, como muchas otras, sin que exista nada nuevo que explicar.

El fútbol argentino hoy está perdido, y cuenta para ello con la valiosa colaboración de los hinchas, (los de la 'popu' y los que están en los palcos), jugadores, árbitros, periodistas deportivos, policías con escudos, técnicos, directivos, y hasta del señor que vende panchos.

Aún así, lo peor fue que a nadie se le ocurrió pensar en esas horas de transmisión en vivo, con cámaras que seguían lo que iba sucediendo, que eso era un partido de fútbol, y precisamente no se estaba jugando a la pelota.