El piano, este noble instrumento goza ya de algo más de 300 años de vida desde su creación ¿quién no tuvo o tiene un piano en su casa? ¿quén no observó este precioso mueble dentro de nuestras casas, casas de nuestros parientes, amigos u hoteles? Siempre se nos van los ojos ante este noble instrumento, aún desconociendo de Música. Él nos llama, nos dice "aquí estoy". Con su típico color marrón oscuro, algunos con tallados delicados o incrustaciones de cobre o nácar, o los magistrales pianos de cola, en su gran mayoría de negro seductor y algunas veces con mayor o menor brillo en sus barnices.

Nos rendimos ante ellos, nos vence su presencia.

¿Se preguntaron alguna vez cuánta historia puede encerrar un piano? Son protagonistas directos de las historias, sobre todo las familiares, con todos sus cuadros y elementos colocados encima, emotivamente nos muestran historias: los hijos o nietos, quizás pequeños retratados en fotos que a su vez tienen historia, algunas veces en blanco y negro, nos cuentan el paso del tiempo en ese hogar. Nos conmovemos al ver cómo ese niño en blanco y negro que aparece en la fotografía ahora es un hombre, quizás padre de familia de unos 20 o 30 años, con barbas y aspecto maduro, seguro de sus palabras, lejos del niño inocente que no temía nada de la vida a esa edad, y el paso del tiempo cruza nuestra mente velozmente al ver al niño y al hombre al mismo tiempo, pero separados del paso inevitable de los años.

Y allí están ambos, qué hermoso misterio, la vida puesta y guardada arriba de un querido piano. ¿Cómo no amar estos instrumentos? Más allá de su vitalidad, los pianos nos hablan por sí mismos. El amor nostálgico de sus dueñas, que cuántas veces nos dicen que cuando cumplieron 15 años sus papás le hicieron su hermoso regalo para que orgullosamente exhiba, cuasi trofeo, su piano nuevo en impecables condiciones.

Ahora ella ya tiene el paso del tiempo marcado en su semblante, pero sin embargo, la emoción de aquel día de la llegada del preciado instrumento se mantiene impecablemente intacta ante los años, es más, quizás ahora es más ferviente que aquel de hace 40, 50 o 70 años. Es más real, sensible, sincero y emotivo: ¿cómo hacer para no involucrarse sensiblemente ante la descripción emotiva del paso del tiempo en torno al querido piano?