Hace años, cuando solíamos estar en nuestra niñez, jugábamos con muñecas a la mamá y muy felices llevábamos a nuestro o nuestros bebés a comer, al jardín, al colegio, a todos lados adonde íbamos.

Jugábamos a que eran nuestros y los cuidábamos como nuestra mamá nos ha cuidado siempre a nosotros y nunca, pero nunca, pasaba por nuestra mente la posibilidad de jugar a la mamá y que alguna de nosotras no pudiera tener un bebé. Pero luego crecimos y fuimos siendo cada vez más conscientes de lo que realmente significa ser padres y ser una mamá particular y especialmente.

Empezamos a planear nuestra vida año a año; a pensar cómo, cuándo y con quién sería apropiado y hermoso tener un bebé. Planeamos que debíamos seguramente poder tener un buen empleo, haber conseguido terminar los estudios o los cursos que hubiésemos decidido tomar, etcétera. Planeamos absolutamente todo, pero lo que nunca planeamos, es la posibilidad de que no seamos capaces de poder crear el milagro de la vida.

Algunas simplemente hemos esperado el momento perfecto, el amor ideal, la edad adecuada, y mil cosas más, para tomar la decisión, o al menos una de las decisiones más importantes de nuestras vidas como mujeres; y cuando nos encontramos en la tan proyectada búsqueda, nos damos cuenta que no sucede....

Primera reacción, pensamos muy convencidas que no podemos, no podemos, Dios... Después, que no lo estamos haciendo en el momento adecuado y nos cuestionamos, ¿¿cómo demonios me doy cuenta cuándo hacerlo??

Pasamos por mil estados irreconocibles de tristeza y ansiedad. Nos culpamos por haber esperado tanto y odiamos a aquellas que suponemos que tan sólo con pensarlo, quedan embarazadas.

Luego creemos que el problema está en él o en él con una misma (la llamada compatibilidad), y es recién allí cuando acudimos a un especialista o a nuestro ginecólogo desesperadas. Por supuesto, que para este momento ya hemos hablado con toda mujer que se nos ha cruzado por el camino y que tiene hijos, para que nos cuente la poción mágica, como si nosotras no supiéramos nada.

Nos hacemos estudios nosotras, ellos, y seguimos en la búsqueda esperanzadas. Algunas sumamente apoyadas y comprendidas por sus esposos y/o parejas y otras no tanto; pero allá vamos. Y un día, encerradas en el baño tomando una ducha relajadora, -porque la cabeza no para un segundo de torturarnos, por más que todo el mundo te diga "relájate; ya va a venir"..."cuánto mas pendiente estés, es peor " y toda esa sarta de cosas-; ¡sólo sentimos que no servimos!

Sentimos que Dios no nos dio el don de la vida y que moriremos así, sin saber lo que es haber tenido en nuestro vientre un ser creciendo dentro nuestro. Sentimos que tenemos amor de sobra para dar a un hijo que nunca llegará y es así como poco a poco nos marchitamos literalmente.

Hoy yo estoy pasando por esto como miles de mujeres más y, si bien el dolor que se siente sólo nosotras podemos describirlo y sabemos que no se compara con nada, debemos recordar que la naturaleza es sabia, por más aflicción que esta afirmación nos cause. Si es nuestro destino ser mamás, pues así será; y si no lo es, debemos entender que las rosas son hermosas mientras rosas son y nosotras lo seremos y nos amarán siempre, a pesar de lo que suceda.

Esta reflexión es para mí y para todas aquellas mamás de alma que esperamos ser bendecidas algún día, si es que así ha de ser.