Con el tiempo se suele estudiar a la gente que nos rodea y a todos los movimientos de nuestros colegas, pero sobre todo, a los de nuestro jefe.
Y aquí aparecen las oportunidades de crecimiento, o el estancamiento.
Resulta que nos damos cuenta que todo lo que nos vendieron en la entrevista era una farsa, ya que hemos podido comprobar que estamos rodeados de personas poco capaces.
Así pasan los días, meses y nada cambia; uno se ha transformado en un mueble más y nuestro compañero ya nos es poco agradable por ser servil, algo que obviamente los demás adoran.
Aquí viene la pregunta que seguramente todos nos hacemos una y otra vez: ¿Por qué si es tan malo no me voy? Bien; la respuesta es sencilla y complicada a la vez. Uno necesita ese sueldo; la situación está difícil, etcétera. No obstante, cada día se hace más y más tedioso.
Cuando llega el momento en el que nos anuncian el aumento de sueldo que venimos solicitando, ¿con qué nos encontramos?
Conque nos dicen que no fue posible conseguir mas de un 5%. Nuestra cabeza está que explota y queremos irnos, pero inmediatamente pensamos que tenemos cuentas que pagar y nos serenamos y aceptamos con nuestra mejor cara de póker.
¿Pero pensaban que esto es lo peor? No; a nuestro compañero, el que lo poco que hizo laboralmente fue porque nosotros se lo enseñamos, nosotros se lo corregimos, nosotros todo, deja su recibo sobre la mesa de su escritorio y, ¿qué vemos?, que le subieron el sueldo mucho más que a nosotros.
Conclusión; es él más astuto? No. ¿El más inteligente? No. ¿Son los jefes el problema de que sólo les interese quién figura, más allá de los resultados? Sí. Por lo tanto, nos damos cuenta que premian la incapacidad, la alcahuetería, y lamentablemente, eso no va con uno.
Sin embargo, no hay que olvidar que el inteligente es uno, por eso hay que comportarse como tal.