La primera forma de democracia se remonta hace más de 2000 años atrás, en la época de oro griega en Atenas. Una ciudad donde los ciudadanos (que no eran esclavos y poseían un mínimo de riqueza) se reunían en asambleas para decidir sobre los asuntos del pueblo. Todo se lo debemos a los griegos. Con la explosión de la revolución francesa y la propagación de ideas liberales que se sucedieron, la forma representativa del pueblo democrática se volvió un símbolo de igualdad, fraternidad y libertad. Pero no son pocos los que advirtieron sobre los peligros de la democracia.

Desde la revolución francesa hasta nuestros días, numerosas formas de gobierno surgieron en reacción a la democracia. Hubo momentos en que se creyó que la democracia era débil y se necesitaba un gobierno centralizado fuerte y militar, como es el caso de Alemania y numerosos pueblos latinoamericanos. Pero siempre hubo quien defendía la idea de una democracia participativa en la que la libertad de elección era el eje central, aunque eran una minoría.

Pero en pleno siglo XXI, donde la democracia al estilo occidental ya es una realidad en numerosas partes del mundo, pareciera que todos esos ideales que surgieron hace 200 años atrás no lograron plasmarse del todo en la realidad. Todavía sufrimos de numerosos problemas del pasado, cómo el crimen organizado, el desempleo, la hambruna, la explotación y las guerras inclusive.

¿Que hicimos mal?

Si uno toma la idea utópica de democracia, "el gobierno del pueblo para el pueblo", uno rápidamente se da cuenta que en la práctica no se cumple dicha frase. En algunos países se vota presidente cada 6 años, otros 4, algunos tienen reelección, otros no. Pero a la hora de tener que elegir a quién darle su voto, el ciudadano se encuentra con una oferta limitada de candidatos, en los que dos o tres acaparan toda la atención de los medios masivos de comunicación.

Generalmente los candidatos elegidos recibieron una gran financiación de parte de un sector acaudalado de la sociedad o inclusive por agentes externos al país. Para participar de las elecciones electorales, uno necesita una inmensa cantidad deu dinero para financiar la campaña electoral propia, por lo que siempre se encargan terceros de invertir en dicho candidato.

Por ende, los posibles candidatos que son ofrecidos al pueblo para elegir responden a los intereses de sectores reducidos de la población y que ostentan la riqueza. Entonces nos damos cuenta que no estamos hablando de una democracia, si no de una plutocracia encubierta.

A su vez, gracias a la gran capacidad adquisitiva de los sectores adinerados en nuestra sociedad, ellos se encargan de montar y financiar los diferentes medios de comunicación, administrando la información que nos llega a través del diario, la tele y la radio. Como se ve, es todo un aparato bastante perverso y muy bien hecho en el que estamos metidos.

Pero por otro lado, hay quién habla a favor de la democracia de forma genuina, alegando que hay que lograr una democracia mucho más inclusiva y participativa.

Pero lamentablemente en la realidad nos limitamos a participar cada cuatro o seis años votando en las urnas.

Es por eso que considero a la democracia como una ilusión que se le da al pueblo para mantenerlo conforme, contento y sumiso. Es sólo otra forma de que trabajemos para los intereses de una minoría enriquecida por el trabajo de otros.

"La Democracia es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano", V. Lenín.