Hoy Argentina entera habla de Carlos Tévez , el jugador que regresó en su mejor momento al fútbol que lo vio nacer. Volvió con muchos más años encima, siendo un líder nato y sobre todo ganador. Pero si hay algo que no perdió es la humildad que lo caracteriza. Desde que llego demostró una y mil veces que tiene los pies sobre la tierra y que lejos está de creerse el mejor.

Todos recordamos aquellos festejos en el Mancheter City y Juventus, cuando debajo de la camiseta tenía en su pecho el nombre de un barrio precario de nuestro país. Era un mino para el pueblo argentino que lo seguía desde lejos.

Hoy, ya instalado en su territorio natal, cumple un rol fundamental, no solo dentro de la cancha, sino también fuera de la misma. Parece estar muy interesado y preocupado por la pobreza que hoy nos caracteriza como país y que está matando a miles de argentinos.

Cuando se organizó el recibimiento en la Bombonera por su vuelta, Carlos Tévez pidió a todo aquel que concurriera esa noche que llevara un poco de alimento para donar a niños con necesidades. El estadio de Boca terminó repleto y se llegaron a cifras de alimento que impactaron.

Otra de las cosas que llama la atención es la dedicación que el jugador le brinda a los fanáticos. En múltiples ocasiones, desde que llegó, se lo vio con los simpatizantes alrededor de una hora sacándose fotos con ellos y firmándole camisetas a cada individuo que se le acercara.

Cuando le preguntaron por qué lo hacía dijo que cuando él era niño, cada vez que uno de sus ídolos no le daba un autógrafo se iba llorando a su casa.

Hace poco, en una entrevista exclusiva en el programa de Alejandro Fantino, el Apache manifestó su disconformidad con los políticos del interior de nuestro país, acusándolos de querer hacer propaganda con su imagen cuando él les pedía ir a visitar hospitales y comedores.

Esta declaración le trajo inconvenientes y fue muy criticado por varios gobernadores. Algunos lo acusaron de ser un ‘’ villero europeizado''.

El momento más emotivo de la charla con el periodista fue cuando Carlitos contó que una o dos veces por semana se juntaba con sus amigos en Fuerte Apache -que para los que no saben es una villa de nuestro país – y que sus amigos no le dejaban pagar la comida, aún cuando la mayoría de ellos no tiene un trabajo estable.