Difícilmente encontremos un hecho tan desgarrador, violento y a la vez emblemático como el homicidio de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán perpetrado el 26 de junio de 2002 en la ex estación de Avellaneda, hoy Darío Santillán. Fue el epílogo de una cacería humana que había comenzado varias semanas atrás con la avanzada verborrágica de varios integrantes del entonces Gobierno nacional, estigmatizando la protesta social hasta el límite de lo pensado.

Los manifestantes de distintas organizaciones sociales de desocupados y piqueteros querían cortar el Puente Pueyrredón que une la ciudad de Buenos Aires con Avellaneda y el sur del conurbano.

La policía de la Provincia lo impidió por la fuerza con un saldo de 33 heridos. La desbandada que generó la feroz represión hizo que Maximiliano Kosteki, de 21 años, militante de Lanús huyera hacia la zona de la avenida Hipólito Yrigoyen, ex Pavón, en donde lo cercaron y le dispararon. Su cuerpo fue arrastrado aún con vida por los efectivos hasta la estación (lo documentos fílmicos y fotográficos de los efectivos policiales gozando el momento son escalofriantes), en donde hasta se tomaron el trabajo de colocar sus piernas hacia arriba para que se desangrara más rápido.

En esa situación lo encontró Darío Santillán, con tan sólo 22 años, de Francisco Solano, en Quilmes, quien también llegó hasta allí escapando de la represión policial.

Darío reconoció a Maxi y se agachó para ver cómo estaba y asistirlo. Su acto solidario le costó la vida. Los esbirros ingresaron nuevamente a la estación y dispararon a quemarropa sobre el cuerpo de Darío.

El impacto a la altura de la cadera le perforó una arteria y le causó la muerte en pocos minutos. La versión del gobierno y los medios quiso disfrazar de enfrentamiento lo que fue una masacre.

Pero los valientes testimonios de reporteros, fotógrafos y camarógrafos no permitieron que la mentira durase mucho. Fue el principio del fin del gobierno de Eduardo Duhalde.Hasta aquí lo que decíamos de desgarrador y violento.

Pero el macabro hecho resultó emblemático para desnudar la matriz de poder y represión que hoy vuelve a manejar los destinos de la Patria.

Clarín tituló “La crisis se cobró dos nuevas vidas”. Claro, cómo condenar sin más al gobierno de quien les pesificó una deuda millonaria en dólares. Había que hacerse eco de la versión oficial a pesar de las fotos, las filmaciones, los testimonios, todos documentos que, por supuesto, obraban en su poder. Pero el sol puede intentar taparse con las manos sólo por un tiempo determinado. La verdad inundó los medios aún contra ese status quo que posibilitara muy poco tiempo atrás la feroz represión de 2001.

Con la entrega de sus vidas inocentes, Darío y Maxi inauguraron un tiempo en el que a millones de argentinos se les corrió el velo de la mentira instituida. La famosa grieta es un depósito de sangre humilde. A un lado y otro hemos quedado. Para siempre. Ellos fueron el embrión de una era distinta que tendrá interrupciones, como la de hoy, pero que está definitivamente preñada de futuro.