Las víctimas relataron que los hechos ocurrieron entre 1994 y 1996 cuando eran adolescentes y se desempeñaban como monaguillos en la Iglesia principal "Santa Rosa de Lima" de la ciudad de Villaguay.

Su forma de operar era muy similar a la que usó J. J. Ilarraz, ex prefecto de disciplina del Seminario de Paraná, acusado por abusos dentro de dicha institución.

Con su simpatía, y forma extrovertida de relacionarse con los jóvenes, lograba que algunos de ellos se quedaran a dormir en la casa parroquial, logrando así su confianza.

Marcelino Moya, "El cura payador", como es conocido en la región, negó totalmente los hechos diciendo que "confía en Dios".

De acuerdo con el relato, había un grupo selecto de jóvenes de entre 12 y 15 años, que gozaban de ciertos "privilegios". Disponían de total libertad para ir a la habitación del sacerdote el día, el horario y el tiempo que quisieran sin dar ninguna explicación. En dicha habitación el cura contaba con programas en la computadora en la que los chicos podían jugar. Además, les ponía música clásica para crear un ambiente tranquilo; veían películas y muy pocas veces salía a jugar al fútbol. Sólo lo hacía para complacer a los menores, y generalmente eran prácticas nocturnas que se realizaban en el gimnasio de una escuela religiosa.

Según otros testimonios, tenía actitudes misóginas, maltratando ya sea a los grupos jóvenes de mujeres que pertenecían a alguna agrupación de la Iglesia, o a las mismas compañeras de los chicos que participaban de sus actividades.

El testimonio de una de las víctimas

Aprovechando un difícil momento familiar, el cura le inventaba tareas para tenerla en la habitación parroquial, escribiendo en la computadora. Incluso le daba dinero a cambio de esos trabajos. Esto también lo hacía con otros chicos; cuando terminaba con sus ocupaciones,  ingresaba a la habitación y los abrazaba, acariciaba y succionaba su sexo.

Jamás hubo acceso carnal ni besos en la boca hacia la víctima.

Por ahora son dos los damnificados que denunciaron los hechos, ocurridos cuando el presbítero se encontraba en Villaguay, dispuestos a brindar su testimonio a la justicia.