La cada vez más inhumana sociedad fue expuesta mediante la lupa del filme del italiano, Paolo Virzi, quien mostró mediante tres distintas perspectivas y un epílogo, como la infelicidad no distingue cuentas bancarias; pero eso sí, tu posición social determina la compensación de tu seguro de vida.
Desde el hombre que ignora a su esposa embarazada para “pertenecer” a la clase burguesa, hasta la “complicada” elección entre tiendas de zapatos, Virzi nos muestra arquetipos de patéticos personajes muy italianos; pero que quedan como anillo al dedo en más de una nación.
En el primer capítulo, justamente vemos como Dino (Fabrizio Bentivoglio) arriesga la de por si frágil estabilidad económica de su familia, en una inversión que podría llevarlo a la cima en caso de ser exitosa; pero termina sucediéndole todo lo contrario, llevándolo a rogarle a quien considera su amigo, Giovanni Bernaschi (Fabrizio Gifuni), una segunda oportunidad; pero como es de esperar el capitalismo, caracterizado por este personaje, no tiene amigos.
El capítulo dos contrasta en cierta medida al primero, ya que vemos a Carla, una actriz amateur y esposa de Giovanni Bernaschi, (Valeria Bruni Tedeschi) tratando de una forma superficial, arreglar un viejo teatro, petición que al final es ignorada por su marido y en su despecho se acuesta con uno de los encargados del proyecto.
El tercer capítulo, en que se narra la perspectiva de Serena, (Matilde Gioli) se deja un poco de lado el tema económico, atamos cabos sueltos como quién es su verdadera pareja, cerramos el hilo conductor, que es la muerte del ciclista y por consiguiente resolvemos el conflicto en el cuarto y último episodio.
Pese a ser galardonada como la mejor película italiana del 2014, la crítica califica como “redundante” el recurso final de este largometraje, reforzando a las voces que proclamaban a “La Gran Belleza” como la merecedora del premio David di Donatello; sin embargo la presea a la mejor actriz para Valeria Bruni Tedeschi, es algo que nadie pone en tela de juicio.