Omar Gaitán se crió en la calle y con mucho esfuerzo y, según él, con ayuda de Dios, logró cambiar su historia. Salió de la calle, formó una familia y se convirtió en pastor de una iglesia evangélica. Pero él no se conformó con quedarse detrás de un púlpito sino que salió a la calle para ayudar a otros que están en la triste situación en la que él un día estuvo también.
Para esto fundó la Asociación Civil Adulam que tiene granjas comunitarias para jóvenes en situación de riesgo, madres solteras y adictos, en donde aprenden oficios y se reinsertan en la sociedad.
En entrevista con Blasting News, Gaitán explica cómo surgio todo y qué es exactamente lo que hacen:
- ¿Cómo empezó el trabajo que ustedes hacen?
- Todo comenzó una noche cuando una mujer vino desesperada a mi casa porque no tenía para comer. Al día siguiente llegó otra, y luego, otra, y otra más... ¡En menos de un mes teníamos cuarenta personas en nuestra casa! Con el tiempo se fue formando una entidad que hoy es bastante importante y grande, que se hizo predicando el Evangelio y ayudando a las personas.
- ¿En qué lugares trabajan?
- Empezamos en el Partido de La Matanza y actualmente tenemos centros en otras localidades del Gran Buenos Aires. TAmbién en la Provincia de Misiones, entre los guaraníes y en las aldeas alemanas.
- ¿Cómo es la forma de trabajo?
- Hacemos toda clase de ayuda: fundamos congregaciones, trabajamos con chicos con necesidades, con chicos de la calle, con madres solteras, con gente pobre, enseñamos computación, alfabetizamos, enseñamos idiomas, oficios y ayudamos a la gente a tener trabajo y a hacer sus casas. Tenemos entidades que colaboran con nosotros y nos ayudan a conseguir juguetes que entregamos en forma gratuita a los niños.
También ayudamos a algunos obreros del Señor, pastores que tienen problemas económicos o de salud. Nosotros los asistimos para que puedan realizar la tarea que el Señor les ha encomendado. No somos centro de rehabilitación, ni de terapia alternativa; sólo recibimos con amor cristiano al que no tiene dónde ir. No cobramos arancel por nuestra tarea y no contamos con ayuda estatal fija.
Vivimos con lo que Dios nos da por medio de los trabajos que hacemos, o cuando alguien movido por el Señor nos ayuda de alguna manera.
- ¿Hace este trabajo usted solo o su familia lo acompaña?
- Mi esposa Carmen trabaja a la par mía en esto. Mi hija Marisa ayuda a las chicas que fueron abusadas; mi hijo Elías junto con una de mis hijas del corazón manejan dos granjas y mi hijo David es cocinero en un comedor. Todos saben compartir. Los criamos enseñándoles que tenían que procurar algo para ellos y algo para el otro
- Sé que ha escrito libros ¿qué nos puede contar sobre eso?
- Comencé a escribir porque perdí a mi hija mayor. Ella estuvo enferma dos años y medio. Yo trataba de ir todos los días al hospital pero muchas veces no podía, entonces le escribía cartas.
Esas cartas, mi hija me dijo que se las regale a la gente porque le iban a hacer mucho bien a quienes las leyeran, y eso fue lo que hice. Con el tiempo, esas cartas se transformaron en mi primer libro: 'Yo soy la calle'. En él cuento la historia desde que salí de mi pueblo y todo el trabajo que hicimos entre los pobres y cómo el Señor nos bendijo y nos ayudó. También escribí 'Vivencias del camino' y 'Destellos en la noche oscura'.