El machismo no solo es exclusividad de los hombres, sino también de las mujeres; las personas no nacen machistas, se hacen. Lo aprenden desde niños, en sus hogares, en la escuela y en el ámbito de amigos y conocidos, por lo que el proceso de enculturación trata de justificar y continuar el orden social y en muchos casos, ni siquiera son conscientes de estar reproduciendo conductas machistas a edades cada vez más tempranas.
Machismo es un conjunto de actitudes presentes no solo en el comportamiento y pensamiento de los propios varones, sino también de las mujeres, ya que de no ser así, el sistema patriarcal no se sostendría.
La educación por separado de ambos géneros contribuye a que cada uno cumpla un papel e inculca patrones de conductas a ambos sexos. Esto ayuda a comprender por qué los/as machistas generalmente actúan sin ser capaces de explicar la razón de sus actos y se naturaliza al punto de no ser jamás cuestionado. Así se reproduce generación tras generación.
Los adolescentes en general inician sus relaciones amorosas entre los 13 y 15 años, edades en las que presentan cambios significativos: físicos, psicológicos y sociales; justamente, es un período donde la sexualidad comienza a madurar, por lo que chicos y chicas se relacionan afectivamente, lo que es muy positivo, siempre y cuando la relación sea equilibrada y con respeto.
Pero, estos vínculos son cada vez más agresivos, hay mucha violencia verbal mutua y prevalece la idea de que por amor hay que estar dispuesto a todo, que los celos forman parte de él y que formar una pareja conlleva anular la individualidad de la persona, por lo que las chicas, lo aguantan todo, seducidas por una figura dominante y protectora.
Pero no solo influye la educación implantada por generaciones anteriores, sino que hay circunstancias mucho más actuales que afectan en su medida, influencias culturales que favorecen relaciones de sumisión de algunas adolescentes y jóvenes, éstas son las nuevas tecnologías, que facilitan el contacto entre los menores pero también se emplean como mecanismos de control.
Las apps, las redes sociales, se utilizan para saber dónde está el otro y su actitud. Luego, cuando la relación se rompe, también se emplean como instrumento de acoso.
Un día un empujón, otro día un insulto … Es preciso enseñar a los chicos/as que no deben permitir malos tratos.
No esperemos a que estén viviendo una relación afectiva para dialogar sobre las relaciones de pareja y las formas de estar atentos a posibles manifestaciones de violencia, que llegan de la mano del machismo.
Tampoco es sencillo despojarse de una educación que se considera natural. Lo importante es entender que hombres y mujeres, sin importar el género y posición, somos seres humanos, que debemos aprender a ser tolerantes, con un ambiente de equidad entre los sexos sin injusticias, donde todos aportemos para crear un mundo distinto.
Abordar este tema, en principio desde el hogar, con el ejemplo y transmitiendo que no deben permitir nunca el maltrato por parte de nadie; luego desde la escuela y la comunidad, donde deben ser valorados por lo que son: personas, individuos, valiosos por ser, no por parecer. Enseñar habilidades emocionales, entendiendo que las emociones también son atributos de los varones e instruir a detectar los primeros indicios de una relación tóxica, es crucial.
Es imprescindible y urgente el esfuerzo por parte de todos, de educar a niños/as y adolescentes en igualdad, desde una nueva paridad, donde nadie manda ni es mandado. Solo así podrán desarrollar una personalidad sana y equilibrada.