En el mundo históricamente han existido dos grandes posiciones que finalmente terminan siendo similares aunque parezcan sumamente distantes entre sí. El capitalismo y el comunismo son los motores ideológicos del accionar político y económico del mundo, al punto de haberlo dividido y llevado a conflictos que han marcado la historia, no solo de los países modelo sino a nivel global.

El capitalismo, planteando sobre la libre economía las fortalezas de las banderas de la libertad y produciendo que el 1% de la población acumule la misma cantidad de riquezas que el 99% restante, ha logrado centralizar el poderío y la determinación de los destinos de muchos en una escasa cantidad de personas.

Este sistema, considera que la ley de la oferta y la demanda debe regular todo, incluido el salario y obviamente promoviendo un programa laboral flexible para que este juego de variables pueda producirse. Claro está que entre sus prioridades no considera si las personas que se encuentran involucradas en él alcanzan o no a cubrir con el salario obtenido los derechos que por ser humanos les corresponden.

En la vereda opuesta, el comunismo de alguna manera u otra, también produce la centralización del poderío económico en unas pocas manos que son aquellos que manejan el Estado. Este sistema por el exceso de control que se ejerce termina coartando de otra manera la libertad de las personas y muchas veces las lleva a estar sujetas a los caprichos de aquellos que determinan el presente y futuro de todos.

Sin embargo, históricamente existió un movimiento que se denominó tercera posición, desde este lugar se comenzaba la construcción comprendiendo que ambos sistemas planteaban injusticias y que debían ser resueltas desde otra óptica.

En este sentido, se plantea que la libre economía no podía funcionar en un mundo plagado de injusticias, porque muchos de aquellos que nacían en condiciones adversas por más esfuerzo que realizaran difícilmente saldrían de esa posición, al igual que aquellos que nacieran en una condición de mayor privilegio, sin importar las capacidades y los esfuerzos que pongan para desarrollarse, las posibilidades de sostenerse en ese “status” eran mayores.

Este movimiento desde la perspectiva económica, que es el motor del desarrollo de toda sociedad, planteaba un principio rector que debía marcar los límites a las libertades del mercado. Este principio es la Justicia Social, orientada a visualizar al trabajador como principal agente generador de capital y el responsable del éxito del sistema.

Desde esta vista, se establecen valores fundamentales sobre factores determinantes en la vida de las personas, como salario, descanso y participación en los beneficios de la empresa.

Este modelo promovió el desarrollo y el fortalecimiento de la industria desde una perspectiva y corriente nacional donde una vez recuperado el capital y los intereses del inversor, los trabajadores pasaban a ser parte del núcleo de decisiones que esa empresa toma promoviendo una figura hasta el momento poco utilizada como es el cooperativismo.Sin lugar a dudas, el desafío se encuentra en que podamos comprender que sin una clara visión de la distribución de la riqueza y un programa económico con una concepción centro nacional como la planteada por el histórico movimiento de la tercera posición.

No solamente seguiremos ampliando la grieta de desigualdades, sino también, los países como el nuestro que se encuentran en proceso de desarrollo seguirán perdiendo ante el sistema económico dominante y sus representantes, soberanía e independencia.El desafío está en marcha y la construcción de esta alternativa política solo podrá lograrse con el compromiso de aquellos que crean que es posible replantearnos, una vez más, la tercera posición como fuente de un modelo a seguir.