Sobre la calle Natividad Martínez, dos cuadras a la derecha de la ruta Nº42, dentro del municipio de Pueblo Belgrano, se ubica un vecindario que tiene como prioridad la conservación del medio ambiente. Calles de barro, senderos de césped que dividen las propiedades y casas construidas con barro mezclado con pasto o paja, botellas de vidrio que sirven como refuerzo y techos de paja. Siempre respetando la perspectiva conservacionista.

La familia Uranga fue la primera que habló sobre su experiencia en el barrio. “Tito”, el padre de la familia, cuenta que antes de la formación del barrio, un grupo reducido de familias estaban buscando unos terrenos de grandes dimensiones, para poder habitarlos y compartir la compra.

Esta idea se fue ampliando y llegando a otras voces, hasta el punto de que eran 20 familias las interesadas, se pusieron de acuerdo y llegaron a la conclusión de que tenían la necesidad de crear un espacio, o un barrio, donde se puedan hacer trabajos comunitarios, modificar lo menos posible el territorio, compartir el pensamiento de conservación. Tras la búsqueda, encontraron estas cuatro hectáreas y medias en Pueblo Belgrano, municipio ubicado dentro del departamento de Gualeguaychú, en la provincia de Entre Ríos, e hicieron la compra.

“Tito” cuenta que los materiales utilizados para la construcción de las casas son el barro, que se saca de excavaciones o del arroyo, y la madera. Algunos han usado un poco de cemento, otros no.

Uranga hace foco en que lo ecológico no sólo está en la creación de las casas, sino también en cómo aprovechar los recursos que el monte ofrece. Sacar el mejor provecho para limpiar y utilizar el agua, los árboles, los cultivos, el uso de la tierra. Tratar de explotar los recursos naturales, sin dañarlos, es parte del proceso de conservación.

Es una adaptación y un proceso de convivencia con el monte.

Las Mingas

El barrio cuenta con un evento llamado “Minga”. Esto consta de jornadas de trabajos comunitarios, donde, por ejemplo, algún vecino que busque construir o levantar una pared, se juntan entre los integrantes del barrio y cooperan en el trabajo. Es un intercambio tándem, porque siempre se da el caso que vienen turistas o interesados en conocer el lugar y aportan sus conocimientos.

Esto nutre a los vecinos del barrio con técnicas de construcción o información sobre plantas y vegetación, y el turista satisface su necesidad de conocer el lugar.

De Buenos Aires al Barrio Ecológico

Otra de las familias que quiso dar su testimonio fue la de Claudina y Luján. Ellas son de Capital Federal, una de Boedo y la otra de San Telmo. Vivieron juntas en Buenos Aires, cada una con su trabajo. Hasta que dijeron basta. Se cansaron de esa vida. Abandonaron todo y empezaron a buscar otra zona para vivir. Conocieron Tandil, Escobar, hasta que llegaron a Gualeguaychú. Antes de probar suerte, aprendieron a hacer artesanías: Luján trabajó el cuero y Claudina el alambre. Con esta experiencia ya curtida, empezaron a participar de las ferias que se hacían en las distintas ciudades.

Se hizo una en Gualeguaychú y estuvieron presentes. Las conexiones y el hecho de conocerse con otras personas hicieron que les llegue a ellas el comentario de que se estaban comprando tierras en Pueblo Belgrano para la formación de un barrio. Se informaron sobre cómo iba a ser el lugar, se convencieron de que eso era lo que ellas querían y accedieron a comprar, a precio muy barato, una parte que convirtieron en su propiedad. Aprendieron a trabajar la tierra, los procesos de purificación y reutilización del agua, la construcción de su hogar. Hoy viven hace más de un lustro con su hijo de 14 años en el barrio, completamente convencidas de que eso es lo que querían para su vida.

Vivir de otra forma no es algo “raro” o “extraño”, sino simplemente es tener otro paradigma sobre qué es lo que quiere uno para su vida.