El Barcelona empieza a notar los mismos problemas que hasta hace unos meses notaba, y la verdad es que sigue notando, la selección española de fútbol. Los partidos están dominados, el balón es suyo, pero a la hora de convertir esa posesión en goles sencillamente no encuentra la manera de concretar. Está claro que Lionel Messi es uno de los jugadores de mayor talento del mundo, eso es algo que nadie duda. Su control de balón y su capacidad de jugar entre líneas es de otro mundo y no por nada le comparan con el gran Diego Armando Maradona.
Sin embargo hay una buena razón por la que no ha visto este año el Balón de Oro y el premio que obtuvo tras la final del mundial supo a regalo inmerecido.
Es un jugador muy vistoso pero desde hace ya mucho tiempo no resulta resolutivo. No es ese jugador al que le entregabas el balón en una buena posición y podías sentarte con una palomitas a ver cómo metía goles.
Esto ha llevado a que en Europa se le vea como el tercero en discordia. Tanto Cristiano Ronaldo como Franck Ribery son actualmente considerados mejores que él y el francés fue su máximo rival por el segundo puesto en la clasificación del Balón de Oro cuando hace un año ni se discutía que lo ganaría Messi. El argentino, es un jugador que está ahí y que es valioso, pero ya no se puede crear un equipo a su alrededor. Ya no es "Messi y diez más". El Barcelona ya no sale al campo pensando en qué hará Messi para maravillarnos sino que sale pensando "a ver si Messi hace algo".
Desde hace un tiempo al argentino le pasa algo, parece que solo carbura cuando juega con la selección de su país (y solo a veces). Es como si hubiera entrado en decadencia y hubiera bajado peldaños para pasar de ser el mejor a uno más. Ya no es un jugador de dibujos animados capaz de recorrer el campo y driblar a todos sus rivales como si de un personaje de "Capitán Tsubasa" se tratase. Algo le pasa a "La pulga". El fútbol necesita a Messi, del mismo modo que necesita a Cristiano. El duelo de titanes solo puede darse si están ambos en su forma.