Los Chicago Bulls prometían mucho sobre el papel al comenzar la pretemporada. Durante los primeros partidos no demostraron demasiado y muchos se temieron un fiasco similar al de las últimas temporadas de la franquicia de Los Ángeles Lakers. Sin embargo solo fue un espejismo producido por los desajustes de los primeros partidos. En el momento en el que las piezas comenzaron a engranar todo cambió. En poco más de cuatro partidos ha quedado claro que este será un año feliz en la ciudad más importante del estado de Illinois y en la cancha de los Chicago Bulls, el United Center.

En primer lugar han logrado que el equipo esté muy equilibrado y no existan puntos débiles que sus rivales puedan atacar para intentar sacar los colores del equipo. Tanto en ataque como en defensa todas las posiciones están cubiertas por jugadores de calidad y tanto en el equipo titular como en la segunda unidad existe un equipo capaz de cumplir su papel. Pau Gasol y Joakim Noah permiten a los jugadores exteriores no sufrir un continuo acoso por parte de los jugadores contrarios. Cualquier intento de ayuda desde la pintura genera un dos contra uno dentro que es letal contra jugadores con la velocidad de la pareja de interiores del equipo.

Además no es posible generar contraataques rápidos confiando en el rebote defensivo cuando tienes en el equipo contrario a uno de los mejores reboteadores de la liga.

Pau Gasol mantiene a los jugadores atentos al rebote ofensivo con su sola presencia y con la habilidad que cada partido demuestra para cazarlo todo. De hecho en el partido contra los Charlotte Hornets logró ser el máximo reboteador del partido junto a su compañero Taj Gibson.

Añadido a todo esto tenemos un juego exterior fuera de toda duda en el que los jugadores martillean el aro desde el tiro exterior con una efectividad brutal que hace pagar cualquier error del contrario con un nuevo tiro y una nueva canasta que desespera a los oponentes que ven como es imposible buscarle grietas a este equipo, que en este momento está intratable.