El Mundial de Ajedrez terminó con una nueva victoria de Magnus Carlsen y, a la vez, abriendo nuevas interrogantes que no se despejarán hasta 2016. La primera de ellas será saber si el indio Viswanathan Anand, el Tigre de Madrás, ha iniciado ya un declive imparable como jugador de élite o si todavía podrá seguir recuperándose. Su edad, 44 años, le pone cada vez más difícil volver a soportar el enorme desgaste que supone el Torneo de Candidatos y, en caso de vencerlo, un nuevo asalto al título. Si bien es cierto que Anand preparó el match mucho mejor que el año anterior, en el que pareció inerme ante un Carlsen que le batió con suma facilidad, mostró otras debilidades que no eran propias de su trayectoria profesional.

Así, Anand era conocido por su extrema frialdad que le hacía un jugador temible en los momentos de máxima tensión o de apuros de tiempo, donde brillaba su extraordinaria memoria y su rápida capacidad analítica. De hecho es posiblemente el mejor jugador del mundo en la modalidad de rápidas. Sin embargo, en esta ocasión, en los dos momentos claves del campeonato, Anand cometió dos errores monumentales que hacen que algunos analistas afirmen que es tan justo decir que Carlsen venció como que Anand se derrotó a sí mismo.

A la historia de los mundiales pasará el doble error de ambos en la partida sexta. Uno primero, monumental de Carlsen, que Anand fue incapaz de ver y que motivó que cometiese otro de igual calibre.

Hasta los aficionados medios se mostraban sorprendidos de que tales equivocaciones se puedan producir en genios de tal calibre pero eso no hace más que demostrar la inhumana tensión a la que se someten durante un Mundial. Este primer golpe marcó toda la segunda fase del campeonato y, en la jornada undécima, cuando quizá Anand estaba jugando la mejor partida de su vida, aportando a la teoría un descubrimiento genial, cometió otro fallo indigno de un jugador de su categoría que sería castigado por un Carlsen más sólido con la derrota en la partida y en el Mundial.

Por detrás, llegan jugadores como el italiano Fabiano Caruana, de la misma generación de Carlsen y segundo en el escalafón mundial, al que todos esperan para el próximo reto del Mundial de 2016. El llamado "Bobby italiano" tuvo una impresionante victoria en el torneo de St. Louis celebrado en octubre, con 8.5 puntos sobre 10 posibles contra toda la élite mundial. El año que viene nos dirá si los nuevos cachorros protagonizarán el ajedrez del siglo XXI o todavía hay un margen para los viejos campeones.