La Escudería Ferrari no está en este momento entre las mejor situadas en el Mundial de Constructores. De hecho en este momento es la cuarta escudería y tampoco es que entre las escuderías grandes queden muchos puestos por debajo del que en este momento ocupa la escudería italiana. Su coche no es competitivo y la razón principal de su posición en el campeonato es la magia sobrenatural de un Fernando Alonso que ha salvado, y mucho, a la escudería este año. El año que viene ese truco de prestidigitación se acaba y llega la hora de demostrar que realmente son un equipo competitivo por sus propios medios.
Kimi Räikkönen ya ha demostrado este año que lo suyo es el lento pero seguro y respecto a Sebastian Vettel, este año ha quedado claro que solo es el campeón del mundo cuando el coche que lleva es el del campeón del mundo, sacar todo el jugo a un coche no demasiado competitivo no entra dentro de sus habilidades.
Ahora llega para Ferrari ese momento en el que pueden volver a ser la escudería en la que todos los pilotos querían estar o la escudería de la que todos los pilotos quieren huir. Mucho se juegan los italianos en los próximos años y mucho será lo que tiene que cambiar el enfoque de la escudería para que esto mejore en el corto plazo.
Sin embargo desde la Escudería Ferrari han decidido que el mejor camino hacia el cambio es la continuidad, un concepto muy zen pero que en esencia quiere decir que para intentar mejorar el coche del año que viene apostarán por no modificar el actual, con lo que muy posiblemente los saltos cualitativos en el aspecto del coche en el que más modificaciones se pueden realizar serán muy pequeños cuando no directamente nulos.
Esto puede ser muy peligroso, ya que incluso Ferrari, puede que especialmente Ferrari, tienen mucho que perder en credibilidad en los próximos años. Ahora mismo es visto por muchos como "la escudería que fue" y no como "la escudería que ahora es", lo que implica que cada año hay menos chicos que sueñan con un Ferrari. Si las cosas no mejoran puede que ya nadie sueñe con tener uno de sus bólidos entre las manos.