Sale el sol y el calor se hace sentir en los vagones del Tren Roca; la mayoría de la gente va a trabajar y otros a estudiar. Con sueño, molestos por la mala refrigeración de la formación, leyendo, escuchando Música con los auriculares o cuidando sus pertenencias de los pungas. Los vendedores aprovechan para ofrecer algunos productos hasta que la puerta se cierra. Ahí es cuando él entra en acción.

Pablo Blestcher, o mejor conocido como "Pablo Bles", es cantautor y todos los días viaja en el Roca con su guitarra, cantando para el público que, sin querer, se encuentra sumergido en un recital sobre ruedas.

Su fantasía es opuesta al de la mayoría de los argentinos. Con 14 años y un gran porvenir como arquero, llegó a Buenos Aires por pedido de Néstor Pekerman, que le vio futuro de selección. Estuvo hasta los 20 en las categorías inferiores de Lanús y llegó a jugar en las juveniles de Argentina, pero un día vio a unos chicos tocando la guitarra en el tren y se dio cuenta que había algo que le gustaba más que jugar a la pelota.

La decisión de colgar los guantes y el buzo fue muy difícil. Un cambio grande; el Fútbol le daba de comer y un techo -vivía en la pensión del club­­­­­­- , pero él siempre tuvo claro cuál era su sueño y aunque comía cuando podía, era feliz cantando en las calles.

Se compró una guitarra -sin saber tocar- y se subió al tren.

Eso era lo que le apasionaba: cantar y que la gente lo escuche. La primera canción que tocó fue "Balada del diablo y la muerte" de La Renga. No le gustaba, pero era la única que había aprendido hasta ese entonces.

"En el tren tengo un espacio, un público y la posibilidad de cantar todos los días. Ahí aprendo todos los días, ahí me formé y me formo.

El tren es mi escuela", sostiene.

Cuenta como anécdota que un día, cuando pasaba con la gorra después de cantar, una persona le dio plata sin escucharlo mientras usaba el celular, cosa que lo inspiró a escribir una canción.

Pablo, oriundo de Entre Ríos, padre de Juana, se ganó el cariño de la gente que después de cada canción lo aplaude con una sonrisa en sus rostros.

Tiene su propio público y gracias a eso llegó a tocar en La Plata, en 'La Trastienda', en el teatro 'El Cubo', en' La Oreja Negra' y en Tecnópolis.

Su realidad cambió, está cumpliendo su deseo; le va tan bien que está a punto de lanzar su cuarto disco y además puede elegir cuándo y dónde tocar.

Sin lugar a dudas la historia de Pablo Blestcher es un claro ejemplo de que si uno tiene un sueño y lo persigue sin importar que tan valioso sea lo que quede en el camino, la historia va a tener un final feliz.