Dirigentes, técnicos, jugadores, y hasta los mismos hinchas, han puesto de moda hablar del "proyecto". Inclusive el periodismo especializado es recurrente con este concepto. Porque se afirma que un club no va a poder nunca lograr objetivos exitosos sino planifica un propósito "serio" y a largo plazo. Y entramos en un juego de palabras en el cual saber qué va primero y cuál es consecuencia del otro, se entremezcla y nos confunde aún más. ¿El éxito de un plan futbolístico se mide por los resultados deportivos? ¿Se puede lograr un proyecto con miras a futuro sin resultados en el corto plazo?

A simple vista estamos hablando de lo mismo, pero es importante remarcar las diferencias.

Partiendo de la base de que a todos los que intervienen en este juego les importa ganar, que esa es la gran meta de este negocio que mueve millones alrededor del mundo, remarcar que si no se gana es un fracaso, sería una obviedad. Pero hay otros ítems destacables, que son muy importantes y también tienen que ver con alcanzar objetivos. En el Fútbol argentino parece no importar si las arcas de un club están equilibradas, si se trabaja bien en inferiores, ni mucho menos si el equipo tiene una idea de juego; todo esto queda en segundo plano si no ganás en 4 o 5 fechas. Y ni hablar si pasa un año sin dar una vuelta, en el caso de los que tienen mayores pretensiones.

Pero ante esto, nos llegan ejemplos desde el viejo continente, que confirman la hipótesis de que la proyección se debe hacer con tiempo y lo que, en nuestro país es lo secundario, debiera ser lo primordial para alcanzar los triunfos. Barcelona y la Selección de Alemania son ejemplos claros en los que vemos que la planificación seria a futuro, indefectiblemente conlleva logros deportivos.

La cuestión pasa por cómo incorporar esa manera de trabajar a la vorágine que vive hoy día nuestro fútbol. Mínimamente un pequeño equilibrio entre ambos mundos sería un primer paso a la solución.

Para dimensionar en números lo que está ocurriendo en el fútbol argentino, en lo que va del año, solamente en primera división y con tan sólo 12 fechas jugadas, nueve son los técnicos despedidos, o que dieron un paso al costado por no encontrar victorias rápidamente, o un mínimo de regularidad.

El caso más llamativo es el de Nueva Chicago, que comenzó la temporada con Omar Labruna sentado en el banco, pero fue relevado por malos resultados. Su reemplazo, Alejandro Nanía (proveniente de las divisiones inferiores), este último fin de semana presentó su renuncia indeclinable, después de sólo cinco partidos en los que no obtuvo ningún triunfo.

Otro punto que no se puede dejar de destacar es que lo económico, sin dudas, también influye en todo este entramado, y en eso también el fútbol argentino se encuentra a años luz en comparación con Europa, o con ligas como la mexicana y la brasileña.

Por todo esto, queda sólo apelar al sentido común, al trabajo serio, y a la famosa comunión entre jugadores, técnicos y dirigentes. Y en lo que respecta al hincha, simplemente, un pedido de paciencia.