Los hechos ocurridos en las últimas semanas en nuestro Fútbol dejó al descubierto en qué sociedad vivimos hoy en día. Una sociedad donde se perdieron los valores, el respeto por el prójimo y hasta la familia. Basta solo con recorrer las calles en las tarde-noches de las fiestas como navidad y año nuevo para ver que esas reuniones familiares y las mesas largas, cada vez son menos. Así estamos señores, pero no porque nos impusieron esto, sino porque todos y cada uno de nosotros colaboró para esto. Como padres o como hijos construímos una sociedad en la que perder es malo y si no ganas sos “un fracasado”.


Ahora, si lo trasladamos al fútbol esto se potencia por mil. Ser fanático de un club implica que perder deja de ser malo y pase a ser muy malo; saca lo peor de cada uno y duele tanto como la muerte de un familiar. ¿Cómo puede ser que no se puedan cruzar dos personas con camisetas de fútbol diferente y no se digan nada? ¿Cántitos violentos en las tribunas tomados como “folclore”? No gente, “folclore” es otra cosa. ¿En que cabeza cabe que la cancha entera responda a un grupo de mal vivientes que se pasan los 90 minutos de espalda al partido?


¿Nuestro fútbol está muriendo? No, pero tampoco está agonizando. El fútbol argentino entró en decadencia hace mucho tiempo, cuando los hinchas dejaron de ser hinchas para ser barras bravas, cuando el deporte más hermoso del mundo se convirtió en un negocio para los que lo rodean, cuando los dirigentes empezaron a pactar y hacerse amigos de esos que no aman a su club sino que aman la plata que les deja.

Esos momentos en los que la gente iba en familia y con tranquilidad a las canchas quedaron en la historia, cuando el fútbol sí estaba "vivo". Que la familia sigue yendo a la cancha no hay dudas, pero la realidad demuestra que se piensa dos veces antes de llevar a los chicos a ver un partido por todo lo que puede ocurrir.

¿El fútbol brinda un espectáculo deportivo? Dejó de serlo hace mucho para transformarse en uno de los negocios más grandes del país, en donde todos los poderes están metidos. El fútbol está muriendo, pero no por los hechos ocurridos este mes sino que desde que las barras tomaron el poder, cuando los dirigentes y políticos de turno se hicieron socios de ellos, cuando se rompieron y quemaron canchas, cuando las corridas al final del partido se hicieron protagonistas, cuando los “hinchas” suspendieron partidos, cuando las drogas formaron parte de ellos y de los mismos deportistas, cuando se prohibió la entrada del público visitante y cuando el futbolista dejó de lado el compañerismo por sus pares del otro equipo.


Todo parece indicar que ya no hay vuelta atrás, que seguiremos llevándole flores a nuestro fútbol y así y todo el show debe continuar, o mejores dicho: ¿el negocio debe continuar?