Juguemos un poco a ser viajeros en el tiempo. Subamos a una imaginaria maquina, coloquemos la fecha del 30 de marzo de 1955 y transportemonos mentalmente a dicho día. Mientras Estados Unidos realizaba pruebas nucleares, y los laboratorios Bell Telephone presentaban la primer computadora a transistores, en América del Sur dos selecciones definían el titulo del Campeonato Sudamericano de aquel año.
Por un lado aparecía el equipo organizador, Chile, que se presentaba como principal favorito a quedarse con el titulo, tras haber dejado una gran imagen futbolística.
Comandaba la tabla de posiciones con siete unidades, producto de tres victorias frene a Ecuador, Perú y Paraguay, todas con una buena cantidad de goles a favor, mas un empate frente a Uruguay en dos tantos por bando. Pero Argentina quería arruinar la fiesta que se preparaba en el estadio Nacional de Santiago, y llegaba preparado para lograrlo. Había conseguido los mismos puntos que el local, solo que le ganándole a los "Charruas", pero empatando con los "Incaicos". Así, quien lograra la victoria en el ultimo y decisivo juego levantaría el trofeo mas importante a nivel selecciones del continente.
Fue tal el entusiasmo del publico que la organización decidió poner en venta las entradas el mismo día del espectáculo en las afueras del estadio.
Esta errada decisión, sumada a la ansiedad de los locales por ver a su equipo coronarse en vivo y en directo generaron una tragedia. En el mismo momento en que se abrieron las puertas y los espectadores comenzaron a ingresar, una puerta cedió y mas de 20 mil personas ingresaron desesperadamente a los empujones, pasando por arriba de los que había tropezado.
Pero la desgracia no terminaría ahí, ya que minutos después, y por la improvisación generada, una tribuna provisoria se cayó, aumentando el numero de heridos. Las versiones oficiales contaron siete personas fallecidas y mas de 500 heridas, en la que seria la peor tragedia deportiva del país trasandino, aunque se especula con que la cifra de muertes fue superior a la informada por las autoridades.
Pero como suele suceder en el mundo del fútbol, el espectáculo debió continuar, y tras todo eso se disputó un partido de fútbol. El encuentro resulto muy parejo pero la Argentina logró hacer valer su potencial, gracias a un gol de Rodolfo Micheli, por entonces delantero de Independiente y goleador de aquel torneo con ocho anotaciones, a los 14 minutos de la segunda etapa.
Media hora después de aquel tanto, el arbitro uruguayo Washington Rodriguez, encargado de impartir justicia, pitaría el final, y la argentina festejaría su décimo titulo continental, dejando a los locales en el segundo escalón del podio y a Perú en el tercero, tras vencer a Uruguay por 2-1.
Aquella tarde de otoño la albiceleste formo con Musimessi; Dellacha, Vairo, Lombardo, Balay; Gutierrez, Micheli ( reemplazado a los 81´por Vernazza), Cecconato, Borello; Labruna y Cucchiaroni.
El entrenador era Guillermo Stabile.
Por su parte, la "Roja" alistó a: Escuti; Almeyda, Alvarez, Cortes, Robledo; Carrasco, Hormazabal, Ramirez Banda, Muñoz (Diaz Carmona); Jorge Robledo y Rene Melendez (Espinoza). El DT se llamaba Luis Tirado.