Los jóvenes suelen ser crueles muchas veces, más si son con discapacidad. No es que los mayores no les enseñen a que no se deben reír de una persona discapacitada, pero los jóvenes tienen la última palabra. Un día en el colegio donde asistía Beatriz, una compañera le dijo algo que la marcó para toda la vida. Como toda niña de 5to grado, salió al recreo y quiso jugar al trencito con sus compañeras, pero una compañera le dijo: no jugamos con vos porque eres inválida. Esto hizo que Beatriz llorara siempre en silencio no diciéndole a nadie lo que siempre le decía esa niña.

Cada vez que pasaba al frente, Beatriz comenzaba a llorar en silencio, la maestra creía que no sabía la lección y le ponía baja nota. Un día la maestra llama a la madre de Beatriz y le pregunta a la madre si había algún problema en la casa para que Beatriz llorara en silencio. La madre sorprendida mira a Beatriz y le pregunta delante de la maestra qué estaba sucediendo. Beatriz que era reservada, callaba y lloraba en silencio, al no poder sacarle qué le sucedía, la madre con toda su sicología le vuelve a preguntar en su casa qué sucedía, por qué lloraba. Fue entonces que Beatriz le confiesa lo que había pasado, que nadie jugaba con ella por ser discapacitada.

Ese fue uno de los problemas de Beatriz.

Más adelante cuando Beatriz tenía 17 años, va al baile con dos amigas. A ella le encantaba bailar. Un muchacho la vino a sacar a bailar y ella aceptó encantada, comenzaron a bailar y en un momento dado, comenzaron a tocar música lenta. Cuando Beatriz apoya su mano en el pecho del muchacho, el muchacho tiene la feliz ocurrencia de decirle: qué tienes en el brazo y la mano, ella muy suelta le dijo que tenía parálisis obstétrica, su brazo no podía levantarlo más alto, y el joven con aire de desprecio le dijo: ¡¡ay qué asco!!

Beatriz cansada de las burlas cuando era niña y de este joven que le trató con desprecio, le contesta inteligentemente gritándole para que todos oyeran: más asco me das tú, que tu cerebro no funcione porque antes de poner la lengua en movimiento tratándome con desprecio, pon la cabeza en funcionamiento para saber tratar a una dama y dándose media vuelta, se retiró. Ya no era aquella niña que lloraba en silencio, sino que se había convertido en una joven fuerte y con personalidad.