Cuando a Sally le diagnosticaron cáncer tenía tan solo 4 años de edad. Su madre y padre no podían soportar la angustia de saber que su hija estaba enferma. Se preguntaban: ¿por qué a ella que era tan pequeña debía pasar por esa mala enfermedad? El médico le diagnosticó tan solo tres años de vida como mucho, ya que lo tenía alojado en el páncreas y era muy doloroso.

Aunque estaban angustiados, no se dejaron vencer, porque ellos harían todo por su pequeña hija Sally. Mientras su pequeña hija comenzó la quimioterapia y la radioterapia, sus padres querían que su hija no solo se recuperara sino que esa enfermedad no iba a quitarle la sonrisa ni un día de su corta de vida.

Tantos las enfermeras como los médicos en pediatría son personas muy especiales con los niños. Los ayudan en todo momento levantando su ánimo, porque saben que en cada tratamiento que se someten es un calvario que los deja agotados. Los padres de Sally le explicaron que iba a pasar una temporada en el hospital porque debía curarse de una enfermedad, ella en ese momento no entendía mucho sobre de qué trataba esa enfermedad que les borró la sonrisa de la cara a sus padres.

Un día mientras ella estaba internada, otro niño se acercó a ella. Tenía 5 añitos, estaba sin cabello como ella y estaba muy delgadito. Entonces comenzaron a hablar, el diálogo se desarrolló con toda naturalidad. El niño había venido con un peluche y se sentó en la cama de Sally, comenzaron a jugar y a reír como si solo ese momento fueran de ellos dos solos.

De pronto, vinieron dos enfermeras y comenzaron a hacerles chistes y bromas, y el niño, le dijo a una de las enfermeras, que pusiera música para poder bailar con su nueva amiga en el cuarto que compartían. Los cuatro bailaban y saltaban riéndose. Los padres de Sally, no salían de su asombro como cambió la carita de Sally en que radiaba felicidad en ese momento.

Bailaron por el término de una hora y de pronto. El niño paró y le dijo a Sally: espero que te lo hayas pasado tan bien como yo. Te quiero mucho. Y la abrazó fuertemente. Eso hizo que tanto los padres de Sally y la madre del niño comenzaran a lagrimear ante la escena que se desarrolló.

Al otro día, Sally esperaba que se despertara el niño, pero el niño ya no volvió a despertar.

Entonces mientras su madre lloraba, Sally consoló a la madre del niño diciéndole: que no se preocupara, que ella sabía que estaba bien ahora porque ella vio a un angelito que se lo había llevado y que antes de partir le dijo que pronto volverían a verse. A las dos semanas Sally falleció y hoy ambas familias comparten el dolor, pero también la alegría de que sus hijos estarán en el cielo jugando, como lo han hecho acá en tan poco tiempo de conocerse.