Con la excusa de que un docente “nacional” le habría rayado el auto que él estaciona en el patio colindante a su oficina y la sala de docentes, el director Alfredo Bendini -conocido en el ambiente escolar por su autoritarismo- colocó un candado a la puerta de metal que permite la única salida al patio próximo a la dirección. En caso de que alguien quiera salir, debe solicitar la llave en secretaría, reza un cartelito firmado por él. Los docentes están literalmente encerrados en la sala de profesores y solo pueden salir, en caso de emergencia, hacia el hall de entrada, que sería el menos adecuado para escapar o protegerse en situación sísmica u otro siniestro.
La escuela es mía, mía, mía
A la manera del loquito del pueblo que en Cinema Paradiso gritaba “la plaza es mía, mía, mía”, Bendini, director cuestionado e investigado a la fecha por denuncias de maltrato hacia profesores y alumnos, discriminación y hasta presunta malversación de fondos, vuelve al ataque con sus arbitrariedades y desplantes, esta vez, protegiendo su moderno auto antes que la seguridad de los profesores con los que rara vez se habla.
El veterano director, al decir de los docentes que prefieren no dar sus nombres asustados de represalias por parte del jefe o su guardia imperial, desde hace una semana vieron que ya no cuentan con este lugar de la escuela para circular, porque según el directivo, algún profesor que está ahí amenaza su propiedad.
El hecho no es menor.
Demuestra el grado de violencia al que se ha llegado en esta institución entre el cuerpo docente y el Ing. Bendini. De haber un clima armónico y de trabajo, como él manifestó en distintas notas periodísticas (ver en Mdz), no tendría que poner candado en la sala de profesores para que no rayen su alta gama.
Lo que en verdad el sexagenario director quiere cerrar con un candado es un problema bastante mayor: su cuestionada gestión en una de las escuelas más importantes de Maipú, de la que está al frente desde hace una década. Ello coincide con una importante declinación institucional, y la larga lista de denuncias de padres maltratados, alumnos discriminados y docentes que incluso renunciaron por motus proprio, ante la falta de justicia por parte de la Dirección General de Escuelas (DGE).
Cambia, todo cambia
Esta última semana, sin embargo, la impunidad con la que se ha movido el Sr. Bendini y sus secuaces en la Escuela Emilio Civit, parece haber llegado al límite. Distintos funcionarios visitaron la institución y según los off de record, los de disciplina “ya no quieren escuchar más hablar de este sr.” que se vanagloria de no obedecer a nadie y haber rechazado más de un pedido de jubilación obligatoria. Así que todo indica que la industrial 4-003, que alguna vez fue un modelo a seguir para futuros técnicos e ingenieros en Maipú y que hoy muestra talleres semi vacíos e improductivos –ya que el ingeniero desprecia a los simples “maestros” de ese sector- , está cerca de empezar un nuevo ciclo.
Con más ideas y menos gritos. “Lo triste es que uno se acostumbra al maltrato”, decía una docente con muchos años en la escuela. “Te parece que la disciplina es eso, que griten a los alumnos o los humillen en el patio, que todo sea cuestión de si los baños están limpios o si se forman callados. Y que vos no tengas poder de decisión en nada y tengas que explicarle todo a él o hablarlo con él como si fuera un sargento”. Bendini colocó un candado, pero todo candado tiene una llave que, igual que la justicia, abre o cierra puertas, de acuerdo a la verdad que siempre llega.