Hoy, miles de personas han acudido a homenajear, a llorar y a rezar por aquellos que perdieron la vida en una de las mayores catástrofes que ha vivido Asia en los últimos tiempos.
Hace diez años, un fortísimo terremoto, con su epicentro en el Océano Índico, al que le siguieron una serie de olas gigantescas que arrasaron todo a su paso, dejó tras de sí más de doscientos mil muertos, numerosos heridos y otros tantos desaparecidos. Así como millones de viviendas, comercios, monumentos y cosechas destrozados, con las consecuentes hambrunas y riesgos de proliferación de enfermedades que todo esto conlleva.
Tras la tragedia, los expertos aseguraron que con un "sistema de alerta" adecuado se podrían haber salvado miles de seres humanos. Los científicos aclaran que a día de hoy, "los maremotos son algo completamente predecible" Por lo tanto, desde su detección, habría habido tiempo suficiente como para evacuar a la mayoría de la población de las costas. Desde las instituciones especializadas en este tipo de desastres naturales se asegura que no es necesario un sistema especialmente costoso para la detección de maremotos. En el caso de no contar con ningún dispositivo especial, el hecho de poseer ciertos conocimientos sobre el funcionamiento de estos fenómenos podría bastar en un momento dado para poner a resguardo muchas vidas.
En todo caso, hoy no sirve de nada lamentarse por lo que se pudo hacer y no se hizo, sino que se debe aprender para que esta tragedia no vuelva a repetirse. Desde Indonesia, los damnificados agradecen las numerosas ayudas internacionales que recibieron, que fueron, en su mayor parte, donaciones privadas y aquellas canalizadas por la ONU.
A día de hoy, las labores de reconstrucción han dado sus frutos, aunque aún quedan algunos estigmas del desastre en diversas zonas del paisaje.
La buena noticia es que muchos de los países que sufrieron este desastre, han realizado en los últimos años las inversiones adecuadas para una mejora en los sistemas de alerta, para una detección más eficiente de este tipo de sismos.
Sin embargo, aún es una tarea pendiente la educación de los ciudadanos que se encuentran en los países de riesgo, para que sean capaces comprender el funcionamiento de estos fenómenos, lo que sin duda, mejorará su rapidez de actuación ante una emergencia de este tipo.