Todos los años, el día 7 de julio, se lleva a cabo en Japón el Festival de las Estrellas o Tanabata. La fecha original se basa en el calendario japonés (que va por un mes detrás del calendario gregoriano).
Para esta festividad se acostumbra escribir los deseos a mano sobre pequeños trozos de papel rectangulares de colores vivos (tanzaku) y colgarlos de las cañas de bambú dispuestas para tal ocasión. Generalmente los tanzaku vienen en cinco colores: blanco, negro, amarillo, rojo y verde, en representación de los cinco elementos de la naturaleza, que son agua, madera, metal, tierra y fuego.
Antiguamente, era muy común que los deseos se escribieran en forma de poema. Luego las cañas de bambú se arrojan al río para que acaben en el mar o se queman a medianoche para que los deseos lleguen a los dioses y éstos los cumplan.
La fiesta celebra, además, el encuentro de las estrellas Altair y Vega, fenómeno explicado con el siguiente mito, que da origen a esta celebración: la princesa Orihime era la hija del Rey Celestial Tentei, y tejía hermosas telas para éste a la orilla del río Amanogawa (la Vía Láctea). Pero por causa de este trabajo, la princesa aún no había podido conocer a alguien de quién enamorarse, lo cuál la entristecía. Preocupado ante el pesar de su hija, su padre concertó un encuentro entre Orihime y Hikoboshi, un pastor que vivía del otro lado del río.
En cuánto se conocieron, se enamoraron perdidamente el uno del otro, y poco después se casaron. Sin embargo, una vez casados, Orihime comenzó a descuidar su trabajo de tejer telas para su padre, al mismo tiempo que Hikoboshi comenzó a prestar cada vez menos atención a su ganado, el cuál terminó desperdigándose por el cielo.
Al saber todo esto, el Rey Celestial enfureció, y separó a los dos amantes, uno a cada lado del río Amanogawa, prohibiéndoles que se vieran. Orihime se angustió y se desesperó por la pérdida de su esposo, y rogó a su padre el poder verlo de nuevo. Conmovido, el Rey Celestial accedió a que los amantes se vieran al séptimo día del séptimo mes (por eso también se la conoce a esta festividad como "La noche de los sietes") con la condición de que Orihime volviera a cumplir con su trabajo y terminarlo en tiempo y forma.
Sin embargo, la primera vez que intentaron reencontrarse, ninguno de los dos pudo cruzar el río, ya que no había puente. Orihime lloró tanto, que una bandada de urracas vino por ella y le prometieron hacer un puente con sus alas para poder cruzar. Ella y Hikoboshi se reunieron finalmente, y las urracas prometieron venir todos los años para esa fecha siempre y cuando no lloviera. Sino, los amantes tendrían que esperar al año siguiente para volver a estar juntos.
Aunque el mito es de origen chino, la historia está tal y como se la conoce en Japón. Y, como dije anteriormente, hace referencia al encuentro de la estrella Vega (que representa a Orihime) y a la estrella Altair (que representa a Hikoboshi).
Según la astronomía china y japonesa, Altair forma parte de una constelación llamada Boyero, situada al oeste, mientras que Vega forma parte de la constelación Tejedora, que se sitúa en el este. Ambas constelaciones constaban de tres estrellas, y entre las dos discurría el Gran Río Celestial, que no es otro que la Vía Láctea. La noche del séptimo día del séptimo mes del calendario lunar, es el momento en que ambas constelaciones están más cerca una de la otra en el firmamento.