Día a día se acentúan más los problemas que el gobierno de Dilma Rousseff recientemente rectificada en su cargo, debe afrontar. Hoy por hoy, la inestabilidad en el campo político pareciera ser la preocupación preponderante de la presidente, pensando principalmente en los próximos meses.
Hay quienes se atreven a trazar un paralelismo con el gobierno de Fernando Collor de Mello que, en 1992, y a partir de una serie de denuncias por corrupción, tuvo que renunciar a la presidencia. Lo cierto es que Rousseff atraviesa horas claves ya que en las próximas semanas, el Tribunal de Cuentas de la Unión, deberá decidir si la presidente violó la ley de responsabilidad fiscal al retener dinero de bancos públicos para ocultar así el déficit.
La presidente podría ser sometida a un juicio político.
A la par de la labor del TCU, el Tribunal Electoral Superior evalua si la campaña de Dilma recibió o no recursos provenientes de Petrobras, tal cual reveló un empresario arrepentido. Se habla incluso hasta de una remoción del cargo si esto se confirma, segun se habla en varios medios como "La Nación" o la propia "BBC"
¿Qué rol ocupa la gente en este contexto? Ya en marzo dieron señales de inconformismo cuando en lo que fue una serie de marchas civiles organizadas, se exigió someter a la presidente a juicio político. Más de dos millones de personas dijeron presente. La próxima movilización tiene fecha: 16 de agosto, otra prueba de fuego para medir la relación entre Rousseff y la gente.
El Parlamento entró en receso y hubiera significado un poco de aire para el gobierno si no hubiera sucedido lo que aconteció el último día de sesiones que derivó en un fuerte distanciamiento entre los poderes legislativo y ejecutivo. En una guerra de fuegos cruzados por denuncias de corrupción y demás, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Curnha, se declaró en diferencia con la presidente y pasó a considerarse del bando opositor.
La postura de Curnha es fundamental, ya que en un hipotético pedido de juicio a Dilma, es el encargado de dar lugar, o no, al juicio.
A todo esto, la oposición ha mantenido una postura ligada al segundo plano y es considerada oportunista. Sin duda, no es una alternativa loable en este momento delicado que atraviesa Brasil. Como venimos anunciando, serán trascendentales los próximos meses no solo para el oficialismo sino también para toda la vida política del país.