Las negociaciones de donde impartían las ansias de Alexis Tsipras, primer ministro griego, hacia una reestructuración y una evasión del default respaldada por el Eurogrupo parecen sueños incumplidos.
Según informa el diario español "El Mundo", en los últimos días se han llevado a cabo las negociaciones entre el país del Mediterráneo con las cabezas de la cúpula mayor de la Unión Europea. Entre ellas está la canciller alemana, Angela Merkel, quien marcó que "El acuerdo con Grecia es duro para ellos", refiriéndose al ajuste necesario que debe implementar Atenas frente a la crisis económica y financiera que está viviendo, en pos de garantizar el salvataje financiero que evitaría el default.
Este paquete de reformas impositivas y económicas eran blanco de duras críticas por parte del primer ministro griego; lo cierto es que hoy la realidad es más dura que los reclamos sin precedentes por parte del pueblo helénico.
Quien juega un papel central en esta "ayuda" europea es Alemania, que es el principal contribuyente de los rescates económicos sobre Grecia. Esta vez ha adoptado una posición sobre las reformas que deberá implementar el país en riesgo de default, donde se alza un presunto aumento del IVA, una reforma laboral "profunda" y una serie de privatizaciones. En si se trata de una reestructuración de la economía que no tenía planeada Alexis Tsipras, donde el Estado cedería su carácter regulador frente a las potencias financieras privadas y estatales de Europa, suponiendo que la soberanía de cada país de la Unión Europea está a merced de las grandes potencias impulsoras de la comunidad.
Hoy Grecia forma parte de un grupo de estados europeos que se encuentran en la misma situación. Son la mayoría de los miembros de la Comunidad Europea, lo que ha derivado en que se planteé el debate de la carencia de libertad de decisiones por parte de cada Estado, marcando así la dependencia de los países aliados a América del Norte, donde se prioriza una moneda y beneficios económicos ínfimos sobre la independencia y libertad de decisiones gubernamentales de cada nación europea.
La lógica conservadora es evidente, desde la formación de esta comunidad política hasta el día de hoy, donde sus principales líderes son fuente inagotable de críticas externas.
Quizás es momento de empezar a debatir el papel actual de esta organización supranacional y sostener una serie de reformas que garanticen la continuidad de la comunidad.
Esta es una realidad a la que aboga la mayoría de los habitantes del suelo europeo y el común beneficio de las naciones que no se cuentan con un fuerte desarrollo económico, poniendo en primer lugar el dinamismo económico antes que el pragmatismo idealista, donde cada país prioriza una economía en base a un solo sector, mientras que la diversidad económica se centra en tres estados.
Hoy ese debate no se encuentra pactado y parece utópico pensar que cambie de visión política una estructura tradicionalmente conservadora. Pero en el lugar humano es real la necesidad de un cambio social para una economía financista y rentista, que ya ha probado su fracaso en décadas anteriores.