Brasil vive tiempos complicados.Y más que el país sudamericano, la que realmente está pasando tiempos muy difíciles es Dilma Rousseff, la Presidenta, y todo su Gobierno, que bajo sospechas de corrupción y una ola sistemática de devaluación, cada vez tiene menos aceptación en el grande de América del Sur, que escala al 77 por ciento de desaprobación según diversas consultoras. Así, Dilma se convirtió en la mandataria con mayor rechazo desde la dictadura de Brasilpresidida porHumberto de AlencarCastelo Branco en 1964.

La última prueba de su debilidad la vivió ayer, cuandoun proyecto para aumentar partidas que va totalmenteen dirección contraria a las políticas austeras quepretendía -y pretende aún- aplicar, fue aprobado en el Congreso con445 votos a favor, en los cuales se suman muchos del partido de Dilma, y solo 16 en contra, lo que la deja en una situación institucional inestable.

De convertirse en ley, el gobierno de Brasil -que pasa una situación económica idéntica a la de hace 25 años atrás tras una nueva devaluación del Real, que se cotiza a tres dólares con cincuenta (3,5 US$)-, deberá desembolsar casi 800 millones de dólares, solo para sueldos, lo que achicaría las arcasdel Banco Central de Brasil, más allá de que sus reservas superan los 300 mil millones de dólares.

A este duro revés, recibido luego de una sesión maratónica enla Cámara de Diputados, se le suman las denuncias por corrupción en la petrolera nacional, Petrobras,que sigue siendo el tema del cual nadie de entre los suyos se puede despegar. Además, desde los partidos opositores al debilitado PT(Partido de los Trabajadores) se especula con el posible pedido deimpeachment -destitución-contraDilma, que apoya más de la mitad de la población, y que ya tiene trece proyectos entre ambas cámaras del Congreso.

En otro sentido, pero sin salir de los conflictos que atraviesa el gobierno carioca, ayer se vivieron varioscacerolazos enlas ciudades más importantes del país:San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Brasilia, Recife, SalvadoryFlorianópolis, que comenzaron mientras la mandataria salía por Cadena Nacional a defender su gestión y su bastardeado partido.

¿Será la incorporación de Lula da Silva la solución para que las aguas se calmen?Esta es una de las salidas que Dilma Rousseff analiza para no perder todo el apoyo de sus correligionarios y coterráneos.