Son argentinas pero el mundo las ha pedido prestadas. Porque son tan grandes que queremos que las compartan. Porque las necesitamos cerca, porque son el espejo en el que mirarse para aprender. Grandes figuras de la interpretación que a buen seguro han sido y siguen siendo el referente de las jóvenes que empiezan.

La maravillosa Soledad Villamil dio inicio a su filmografía en los años 90 y aunque no le ha dado tiempo de convertirla en extensa, sí es portentosa. El mismo amor, la misma lluvia la catapultó a la fama internacional y en ella tuvo como compañero de reparto a un inmejorable Ricardo Darín, a quien por entonces, en España, se empezaba a conocer.

Una cinta romántica al estilo argentino, de las que gustan hasta a los que son reacios al género porque no empalagan y cualquier espectador puede identificarse con ellas. Allí los dirigió Juan José Campanella y años más tarde volvería a rodar con ellos en un auténtico hito para el cine argentino: El secreto de sus ojos. Por si era poco el reconocimiento que ya tenían, éste se multiplicó hasta el infinito. Llegó el Oscar y la leyenda. No sos vos, soy yo y Todos tenemos un plan, junto a Viggo Mortensen son otros trabajos por los que se la ha llegado a conocer, lástima que por el segundo no tuviera el reconocimiento previsto. Soledad merecía y merece mucho más.

Cecilia Roth, esa chica Almodóvar desde los inicios de la carrera del manchego.

Y de la suya. Pepi, Luci, Bom, y otras chicas del montón o Laberinto de Pasiones en los 80, Todo sobre mi madre en los 90, Hable con ella en los 2000 y Los amantes pasajeros, la colaboración más reciente del tándem, dan una idea de lo productivo que es su trabajo cuando se unen. Pero Cecilia, además de con Pedro, ha iluminado la pantalla gracias a otros directores, como Adolfo Aristaráin, en Un lugar en el mundo o Martín (Hache), dos puntales en las coproducciones entre España y Argentina.

Caballos salvajes, Cenizas del paraíso o Kamchatka ejemplifican una trayectoria acorde con su grandeza.

Norma Aleandro. En lo alto del podio. Medalla de oro. Divina, majestuosa, pura raza. Encarna a la Argentina como ninguna. Es elegancia, es saber estar, es sabiduría, es perfección. La Gran Dama. Cine y teatro. Imposible saber dónde es más completa.

La primera actriz argentina en conseguir una nominación al Oscar. Fue en 1988 por Gaby: la verdadera historia. Se lo arrebató la favorita de la noche, Olympia Dukakis por Hechizo de luna, pero Norma ya iba a aquella ceremonia con las manos llenas del éxito y el prestigio que no podía quitarle el perder la dorada estatuilla. Tres años antes había vivido la gloria que suponía que una película protagonizada por ti lograra ese mismo galardón y se convirtiera en la primera cinta argentina en ser considerada por Hollywood como la mejor producción extranjera del año. La historia oficial era eso y mucho más, pero un reconocimiento así no se tiene todos los días. El hijo de la novia es la película que ha acercado su mito a los más jóvenes, ya que fue un auténtico fenómeno social.

Nadie se quedó sin verla y todos la disfrutaron. Fue un hito que aún se recuerda con una sonrisa.

Y en teatro Norma es inigualable. Las tablas parecen su casa y se nota en cada uno de sus movimientos. Masterclass, en la que interpretó a María Callas en sus años de decadencia fue, en palabras del propio autor del libreto original, Terrence McNally, la mejor de las encarnaciones posibles de la diva de la ópera con su texto, y lo llegó a afirmar en referencia a las que anteriormente lo habían interiorizado. Y es que Norma es siempre la mejor elección tanto para quienes trabajan con ella como para quienes disfrutamos con su trabajo.