Siempre me resisto a pensar que Argentina sea un país violento. Lamentablemente la historia de nuestra patria nos demuestra otra cosa. Al igual que en muchos otros países del mundo, como seres humanos que somos, nos venimos matado unos a otros desde tiempos inmemorables. Los ejércitos contra los indios en nombre de la civilización contra la barbarie, los unitarios contra los federales en nombre del poder central, la dictadura militar en contra de una supuesta "guerrilla marxista", más inventada que real, al precio de 30 mil argentinos desaparecidos, hace solo tres o cuatro décadas atrás; y así sucesivamente en una larga lista de horrores y sucesivas tragedias históricas como única manera de resolver conflictos internos; generando con violencia siempre más problemas y más violencia, más intolerancia, y más odios; hasta el día de hoy-aunque vayamos un poco mejor que antes-, parece que lamentable la cosa funciona así...

Algunas de estas cuestiones, me refiero a conflictos propios del país, odios y rencillas tan históricas como viscerales, en su mayoría todas dignas de un mejor análisis sociológico, se están concentrando y a la vez confundiendo en la actualidad bajo el estigma de la famosa inseguridad argentina. Dicho de otra manera, y según mi humilde entender, se está utilizando el problema de la inseguridad con fines políticos. En principio habrá que decir que es un tema, mejor dicho un problema, que antes de largarse a combatirlo, o a proponer soluciones, hay que reconocerlo, delimitarlo e identificarlo.

Digo esto porque, si bien hay que reconocer que en Argentina, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, como en otras capitales de Sudamérica, Río de Janeiro, Ciudad de México, Caracas o Bogotá, solo por citar algunas, ni hablar de Los Ángeles o Nueva York en América del Norte, existe un problema real que atañe a la seguridad de los ciudadanos.

Claro como en política "el patio siempre está revuelto", cuando no definitivamente sucio o ensuciado, se hace de la inseguridad un arma arrojadiza para culpar al actual gobierno no sólo de su causa, debido a una sospechosa complacencia con el delincuente, sino también para acusarlo desde los sectores más conservadores y reaccionarios de una "total ineptitud" para gobernar con "mano dura".

He puesto comillas a una cita textual que he recogido de la Diputada Elisa Carió. Entonces, aquí, por ejemplo llega Sergio Massa. Precisamente aquí interviene el líder del Frente Renovador, junto a Mauricio Macri uno de los principales opositores del gobierno de Cristina Kirchner para tomar posición y, como buen político que es, tratar de sacar rédito del asunto.

En este punto de la confusión, por supuesto alentada y masificada implacablemente por todos los medios de comunicación enemigos del actual gobierno,llega Sergio Massa, el hombre indicado para ofrecerle al pobre e inseguro pueblo Argentino la tan anhelada "mano dura". " Los chorros y los vagos" van a temblar cuando el Frente Renovador sea gobierno. "Los extranjeros que cometan delitos serán expulsados de inmediato de la República Argentina", y algunas frases por el estilo, más de un compadrito en una "churrasquería" que provenientes de un político, que aspira a ser presidente, y que se toma el problema en serio. Sospecho que a Sergio Massa poco le importa resolver eficazmente el problema de la inseguridad en argentina.

En principio porque ni ellos mismos se han preocupado por investigar sus causas y sus peculiaridades, sino que muy por el contrario se han dedicado a "inflarlo" hasta el hartazgo y a meterle el miedo en el cuerpo a la gente que lo más probable es que desconozcan realmente cuál es el problema.

Más no diré porque no soy sociólogo y estaría contradiciéndome. El problema de la inseguridad ciudadana es muy complejo y nada fácil de resolver. Es más que obvio que de nada sirve la "mano dura", las policías bravas, y construir más cárceles para frenar la delincuencia si existe un país, o un sistema, que genera violencia y produce delincuencia.

De momento, al menos en los países donde se ha avanzado en la solución del problema de una manera racional, se ha preferido reforzar el sistema educativo, reducir los niveles de pobreza, brindarle a los ciudadanos igualdad de oportunidades, y reforzar medidas policiales y jurídicas siempre con atención a la ley, en plena vigencia y con garantía de respeto por los derechos humanos.