18 de julio del año 64: "No se sabe a ciencia cierta si fue obra de la casualidad o de la perfidia del emperador. Los historiadores han informado en ambos sentidos." Tácito.
Al igual que toda la ciudad, la residencia del emperador se encontraba sumida en la profunda quietud del sueño de la noche. Sin ruidos, sólo un calor agobiante e insoportable lo cubría todo de hedor. Innumerables días sin lluvia y noches sin brisa.
De pronto, irrumpieron en el palacio guardias y jinetes gritando desde el horizonte: ¡fuego! Llegaron hasta los mismos aposentos del emperador y este, al ser despertado, se puso de pie rápidamente, logrando escapar del infierno.
Por suerte o por desgracia, salvaron su vida arrancándolo de su sueño.
Toda Roma ardía, todo era llamas, humo, incandescencias y gritos desesperados de personas que temían quemarse vivas.
Cuando un guardia se acercó a Nerón para informarle al respecto, este, absolutamente inmóvil mientras observaba de modo inquietante cómo todo se consumía, le respondió: "Corran a mi palacio para rescatar mis obras de Arte, mi vestuario personal y mis instrumentos musicales".
Repentinamente comenzó a cantar; Roma ardía y Nerón cantaba.
El siniestro había comenzado en unas barracas de madera, pero luego el fuego siguió avanzando impetuosamente, casi indoblegable, transformándose en un infierno de cinco noches y cinco días.
Una semana antes de la tragedia, mientras el emperador se paseaba por la ciudad, no fueron pocos los que le oyeron pronunciar una particular frase: "Qué casas tan feas, viejas y sucias; por donde miro hay pobres, no puedo tolerarlo. Es una ofensa para mis ojos".
Mientras observaba el destellante fulgor ígneo se alejaba demasiado, sin advertir que se encontraba completamente solo, sin custodia alguna.
Su estado de contemplativo éxtasis había sido interrumpido, al percibir un par de ojos que advirtieron su indefensión; no había existido hasta entonces una oportunidad tan adecuada para asesinarlo y salir impune.
Sólo hubiese bastado hundir un puñal en su cuerpo. Sin embargo, algo detuvo a ese misterioso hombre; posiblemente el hecho de querer salvar su propia vida antes que cualquier otra cosa.
Últimamente, al soberano se le había hecho muy difícil poder distinguir a los amigos de los enemigos.
Epílogo: Se entiende que Nerón fue el primer perjudicado por este incendio, no sólo por la gran cantidad de bienes personales que habría perdido, sino porque la reconstrucción de Roma lo llevó al borde de la ruina económica, a pesar de lo cual, todos los dedos señalaron hacia su persona.