Llegó la secuela de “The Maze Runner” (2014), película basada en la novela homónima de James Dashner. Ante el traslado a la pantalla grande de otros libros young adult como “The Hunger Games” (en noviembre estrena su última parte) y “Divergent”, 20th Century Fox no se quedó atrás y compró los derechos fílmicos de esta trilogía literaria. El resultado: 340 millones de dólares recaudados en todo el mundo, es decir, diez veces su presupuesto inicial de 34 millones.
Las críticas positivas también acompañaron al film, destacando su “tono oscuro”, el carisma de su protagonista (Dylan O’Brien), la originalidad argumental respecto a sus competidores en el género y la estética visual.
Para quienes nunca vieron la primera película, quizá se encuentren un poco perdidos al ver esta segunda parte. Se agradece el inicio breve pero potente para situar al espectador, ya que la película arranca exactamente donde terminó su predecesora.
“The Maze Runner” mostraba un grupo de adolescentes con sus memorias borradas sobreviviendo en un laberinto que escondía varios misterios.
Una vez descifrado el secreto, se dan cuenta que todo era parte de los planes de WCKD (CRUEL, en español), organización que combate la propagación de un virus letal llamado “La Llamarada” que, acompañado de los desastres climáticos, ha disminuido (y mutado) la población. Es aquí cuando estos jóvenes cobran valor: son inmunes y en su organismo está la clave para una cura. Thomas (Dylan O’Brien) es quien, con decisión y valentía, descubre que las intenciones de WCKD no son buenas, dirigiendo a sus amigos a huir hacia el exterior –ahora desierto- donde los infectados llamados cranks (una especie de zombies al mejor estilo “Resident Evil”) están dispuestos a complicar su contacto con aquellos que aún poseen parte de su humanidad.
¿No paraste ni un segundo al leer el párrafo anterior? Claro, es que “Maze Runner: The Scorch Trials” no detiene nunca su velocidad en sus poco más de dos horas de duración. Esta secuela incrementa la dosis de adrenalina que muchos se quedaron con ganas de ver más en la primera. El esquema de acción-descanso es constante y, en la segunda mitad del metraje, genera cierto cansancio. Los cranks asustan, el desierto es implacable (nuevamente el apartado visual es interesante), las escenas de persecución entretienen y están muy bien realizadas, pero la que sufre es la narrativa. Hay más preguntas que respuestas y el final inesperado solo ayuda a alimentar el deseo de leer el desenlace al instante (en todo caso, esto puede ser algo positivo).
Eso sí, habrá que esperar al 2017. El director Wes Ball confirmó que no dividirán “The Death Cure” en dos partes, moda tan común para nutrir de algunos millones de dólares más a las sagas.
La película reúne muchos elementos que ya hemos visto en otras, por lo que resta al compararse con la frescura que mostró su entrega inicial del año pasado. Lo que sucede aquí es que la conjunción funciona correctamente, algo que es para destacar y no suele lograrse en estos tiempos. Por momentos, cae en el error del molesto triángulo amoroso y la importancia del “elegido”, contenidos que el primer film no había tenido que le habían servido para distinguirse de la siempre triunfadora en el género “The Hunger Games”.
PD: ¿Leíste el libro? Llamativamente solamente se tomó la esencia y algunas escasas secuencias de sus páginas, incluso agregando información que aparece en el tercero. Quizá salgas desilusionado o sorprendido ya que, fuera de esto, hay “originalidad” pura de la producción del largometraje. Nada mal, aunque algo enredado y confuso.