Sumo dio su último concierto el 20 de diciembre de 1987 en el estadio del Club Los Andes. En ese show, antes de tocar la versión de “Fuck you”, Luca Prodan, líder y vocalista de la banda, dijo: “Ahí va la última”. Y fue la última. Dos días después Luca fue encontrado muerto en la que fue su casa hasta ese día (Su muerte fue por una hemorragia interna, causa de una cirrosis hepática por su adicción al alcohol).

Una casa histórica emplazada en Alsina 451, donde Prodan se instaló como inquilino y en la que se recuerda los últimos días de la imparable rebeldía y locura de Luca.

Los vecinos que quedaron, la abandonaron por la tristeza y el vacío que quedó después de su partida. El antiguo conventillo fue cerrado en precarias condiciones desde aquel 22 de diciembre, y se presagiaba a sobrevivir dos décadas de olvido y abandono hasta que una inmobiliaria decidió ponerla en alquiler por orden de su dueño (un anciano de 93 años en ese entonces). Durante un año y medio, la casa tuvo colgado un cartel que decía: “Se alquila”. En todo ese tiempo no le interesó a nadie, pues el caserón estaba al borde del derrumbe y destinado a convertirse en un hostal para turistas, como tantos de San Telmo.

Marcelo Otero y Ramiro Videla son fanáticos desde chicos de la banda que cultivó el reggae y el rock británico, una mezcla entre Mánchester y Jamaica.

Marcelo (40) nunca vio tocar a Sumo en vivo, pero es fanático de su Música. Un día pasaba por la calle Alsina en su auto mientras buscaba una dirección y su mirada se distrajo en la morada que, aún llevaba el cartel que la mostraba disponible para ser rentada.

Entonces, los dos amigos entusiastas la arrendaron y la convirtieron en un espacio cultural.

El día que Luca cumpliría 57, el 17 de mayo de 2010, se celebró una peculiar fiesta de cumpleaños, en la que la Legislatura porteña declaró “Sitio de Interés Cultural” al inmueble donde vivió el músico sus últimos días. Se inauguró un “multiespacio artístico” que fue llamado “Lo de Luca”, con el objetivo de poder darle un lugar a todas las expresiones del arte.

Allí funciona un bar que abrió sus puertas a muchos que buscaron huellas, algún objeto, alguna melodía perdida en un rincón donde el fantasma de Luca sobrevuela. Otros, acaso, empujados por la curiosidad que despertó una misteriosa figura del rock, que arribó a la Argentina en 1980 escapando de sus fantasmas y adicciones a la heroína, se detendrán un momento para inscribir en la desusada puerta de madera más epígrafes de liquid paper y aerosol como “Luca vive”. De las tantas que existen, no sólo en esa puerta y dentro de la casa, sino también en alguna remera o mural que discuten cualquier certificado de defunción y elevan el fulgor de su mito.

Una noche en la casa de Luca Prodan no ha sido diferente a otra, los fines de semana y las fechas que se festejaron por su cumpleaños o la de su muerte.

La locura, el delirio, el fanatismo y el fisgoneo han copado el ambiente de la oscuridad de los viernes y sábados, buscando sentir la energía mezclada de caballero y vagabundo que poseía el músico. El fernet, la cerveza y la ginebra son las bebidas que más se han chupado en el mítico bar que siempre amenizaron hasta las 6, menudas caras conocidas se juntaron a piruetear los clásicos del rock nacional y en inglés. Desde Jimy Hendrix, Joy Division, Franz Ferdinand, Pink Floyd, The Strokes, The Doors, Creedence, The Rolling Stones, The Beatles, hasta Charly García, Los Abuelos de la Nada, Virus, Soda Stéreo, Spinetta, Pappo y la potente banda Sumo, entre otros.