Pese a que la guerra ha sido una lacra para millones de personas desde que el principios de los tiempos, algunos profesionales en la "materia" han creado auténticos referentes documentales en base a su destrucción. Entre ellos, uno de los más exitosos y prolíficos analistas de este Arte para muchos, perverso, fue el general chino Sun Tzu.

No se puede perder de vista que "El arte de la guerra" se considera la obra más antigua sobre la temática bélica, puesto que Sun Tzu vivió alrededor del siglo V antes de Cristo y el paso de los siglos no ha hecho más que ensalzar el poder imperecedero de su creación.

Quizá lo más sorprendente de esta obra de permanente actualidad, sea el hecho de que el militar chino ha dejado en un segundo plano el aspecto estrictamente bélico para aportar una sabiduría suprema enfocada en la estrategia y en las relaciones humanas frente al terrible desafío de la confrontación.

En una época en la que su autor se vio imbuido en los conflictos de la china clásica, su brillante interpretación de este arte que destruía las vidas de muchos de sus compatriotas, le valieron una repercusión sin precedentes que se mantiene aún hoy. Tal fue la brillantez de aquellos ensayos ensamblados que dieron lugar a una obra homogénea, que la incuestionable doctrina imperial y militar japonesa -histórico enemigo de China-, se inspiró en ella para afinar y emprender sus posteriores aventuras militares por toda Asia.

Tampoco es casualidad que figuras históricas como Napoleón, Maquiavelo o Mao Tse Tung, entre otros, hayan apelado al contenido de la obra de Sun Tzu para urdir buena parte de sus planes al momento de diseñar su estrategia de guerra y de trato con sus tropas.

En nuestros días, ante imágenes inhumanas como las que nos llegan desde Siria o Irak, en la que ninguna de las partes intervinientes tienen derecho a eludir su cuota de responsabilidad, podemos llegar a la conclusión, sin temor a equivocarnos, de que hay una máxima en la obra de Sun Tzu a la que militares y milicias de todo el mundo no han estado ni están dispuestos a adherir: “la mejor victoria es vencer sin combatir y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”.

Es probable, básicamente por sus declaraciones públicas, que muchos de los que recurren con relativa facilidad a la opción bélica con consecuencias impredecibles, crean que cumplir con esta premisa de Tzu, es sinónimo de cobardía, falta de determinación o patriotismo. Lo cierto es que respecto a esto la psicología racional generalmente les desmiente en dicha consideración. Es un hecho que, en la mayoría de los casos, no son ellos mismos, ni sus hijos, ni sus familias las que perecen bajo las bombas.