¿Debemos aceptar las mujeres el maltrato por parte de los hombres o de cualquier persona? La respuesta es no. Ningún hombre debe levantar la mano a una mujer sea por el motivo que sea. Todos nacemos para ser felices, no para que se nos castiguen constantemente.
Leemos en el diario El Clarín de hace tres días, de un padre que ha golpeado a su esposa e hijas porque él dice que no le obedecían. Ellas al temer por los castigos jamás le denunciaron, los vecinos fueron quienes dieron voz de alarma a la policía. ¿Acaso se debe golpear para que alguien obedezca?
Absurdo, ¿verdad? Pero no solo el maltrato puede ser físico, también lo puede ser psicológico, como suele suceder tanto dentro del entorno familiar como por ejemplo en el entorno de un trabajo.
Marina nos ha comentado el caso que ella sufrió de maltrato psicológico dentro de su empresa, pero no solo ella, sino varias compañeras de trabajo también. Ella estuvo sufriéndolo durante diez años y finalmente con todo el dolor del alma, porque pagaban muy buen salario, renunció al no poder soportar más y otras hicieron lo mismo que ella.
Constantemente recibía presión por parte de su jefe, le amenazaba con echarle, ridiculizaba a cualquiera delante de quien sea. Dijo que cuando plantaron cara al jefe, ella y sus compañeros, este se puso furioso de tal modo que amenazó a todos con denunciarlos, pero nadie se inmutó, solo pegaron media vuelta y ese mismo día perdió cuarenta empleados.
"Pero he sido afortunada tanto como mis ex compañeros, pues conseguimos trabajo a los pocos meses".
Casos así hay miles, pero, ¿por qué la persona que hace maltrato físico o psicológico a otras personas no acepta que es un maltratador y se pone en manos de un especialista? ¿Por qué lo niega? Y es porque seguramente en su entorno de pequeño ha vivido de igual manera o cosas similares, a las que está haciendo vivir a otros, sea en su entorno familiar o en un trabajo como jefe de alguna sección departamental.
Es ante la primera denuncia de maltrato, que se debe tomar cartas en el asunto. No solo cumplir una condena por este delito cuando ya no se puede hacer nada, por la persona que fue castigada sin piedad, sino también trabajar diligentemente junto a una psicóloga para que le den un tratamiento adecuado para no volver a cometer maltrato.