El pasado lunes 11 de mayo, arrancó una nueva temporada de uno de losprogramas más vistos en la historia de la Televisión argentina, Showmatch, conducido por Marcelo Tinelli. Se sabe que, casi no importa que nombrelleve el programa, si no el hecho de que sea conducido por uno de los hombres máspoderosos de la Argentina.
Y si que demostró su poder. En un año electoral, consiguió loque nadie hasta ahora: poner en escena (y por momentos en ridículo), a los tresprincipales candidatos a la Presidencia de la Nación: Mauricio Macri, SergioMassa y Daniel Scioli.
El paso de los tres candidatos dejó algunas apostillas políticasque vale la pena remarcar. Cuando tuvieron tiempo de hablar no hicieron más queesgrimir vacíos speech de campaña ya por todos hartos conocidos.
Por un lado, el actual gobernador de Buenos Aires dió el mensaje de continuar y profundizar el modelo propuesto por laPresidenta Cristina Fernández en lo que sería la continuidad del Frente para laVictoria al mando del ejecutivo.
A su turno, Sergio Massa, tuvo talvez el discurso más moderado al admitir que continuaría “con lo bueno que hahecho este gobierno” (del que fue parte), pero atendería con urgencia temas como la inflación, la inseguridad y la educación, marcando su clara diferenciacióncon el candidato oficialista.
El jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires fue el más críticode la actual gestión (como si ya no lo tuviéramos claro) ymostró algunas cartas de su mazo neoliberal al admitir que sacaría el Fútbolpara Todos, volvería a privatizar Aerolíneas Argentinas e YPF y pondría a consideraciónlas ayudas sociales.
La única coincidencia que se dio entre los tres aspirantesfue la aparición pública de sus respectivas mujeres, que a lo largo de lacampaña jugarán un papel fundamental para atraer votos a sus esposos. En esepunto el que salió mejor parado fue Daniel Scioli, quien tiene a su lado a unamuy preparada Karina Rabolini que de a poco, y desde su fundación, vaincursionando en la política.
La gran pregunta es: ¿cómo harían cada una de las cosas que promueven?,¿cómo llevarían a cabo un proyecto de estado?
y ¿cómo harían para solucionarlos problemas reales de la gente?, no los que les marcan los encuestadores comotemas del momento o los trending topics de sus respectivas cuentas de Twiter.
Una sana solución a ello podría ser una herramienta casi endesuso por nuestra democracia: el debate público. El debate no solo pone atrabajar a los candidatos, también le brinda muchas herramientas al ciudadanopara tomar unas de las pocas decisiones que le quedan en el sistema, como lo esel voto. Por otro, lado evita el veto del rating que no le permitió al resto delos candidatos mostrarse en la pantalla más caliente del año. Candidatos como Elisa Carrió, Margarita Stolbitzer,Florencio Randazzo o Jorge Altamira se quedaron sin la posibilidad de tener asu doble en la pantalla y de al menos dar a conocer algo de lo que proponen alpueblo.
Así las cosas, no sorprenda que entre julio y septiembre, elconductor más conocido de la Argentina, no se lance con una nueva emisión de “GranCuñado”. Seguramente todos los candidatos pedirán su lugarcito dentro de lacasa pensando en llegar bien perfilados a octubre, ofreciendo un nuevo espectáculoque aleja al político de su función pública y lo asemeja, cada vez más, al bufónde un reino en decadencia.