Siempre desconfié un poco de esas personas que anteponen todo lo material a los principios éticos y que consideran las conquistas de la cienca como valores superiores a los de las simples emociones. Tengo muy pocas dudas sobre esto y creo que la felicidad no se basa necesariamente en una eficacia de saber exactamente las cosas, de seguir instrucciones para armar una cama, sino en el placer de dormir en ella.

Igual que cuando miro campos pienso y considero muchas veces que la productividad de los jornaleros no tienen el mismo impulso conmovedor que tuvo Vicent Van Gogh en aquel entonces cuando paso con un pincel los paisajes majestuosos de las afueras de Arles.

Nunca sentí tanta satisfacción al convertir un esfuerzo en plata, que al transformarlo en una muy simple emoción. De hecho toda mi vida o lo poco que llevo de ella, creí que el precio no hace a la alfalfa mas importante en su aroma. No digo que este mal ambicionar, que este mal tener un billetera inflada. Pero no entiendo porque se cotiza todo, tampoco digo que este mal cotizar...pero hay cosas que no se pueden, ni se deben cotizar. Digo quizás nos gusta mas de lo que pensamos el álgebra y la imaginación es algo que quedo olvidado en algún baúl. Es como que de alguna forma desperdiciamos la belleza de un árbol solamente porque no nos sirve la madera.

Yo reivindico la mirada estéril y ese valor emocional de lo inútil, el imperio que da el Arte sobre la ferretería, la percepción de un mundo con mas sensaciones en donde los artistas tengan mas que decir que un gerente, una forma mas sencilla, un orden que de a poco nos haga regresar el placer que dan las cosas que no tienen precio.

Como cuando yo era un chico y soñaba con maravillas del mundo y creaba recuerdos que nunca habían sucedido.

Pienso a veces en esas personas de años pasados que vivían en un país en que los ciudadanos no eran cien por ciento productivos, pero vivían sin presiones y sin vacíos de angustia. Señores instintivos y fuertes que trabajaban mucho pero a la vez era el trabajo justo y necesario.

Necesario para sentir de inmediato el placer del descanso, lo justo para sentarse en una silla y esperar a que la vida ocurriera lenta y sin plata, conscientes de que casi todo lo que le espera a una persona ya estaba contado en el diario de ayer.