La xenofobia es, según la definición de la Real Academia Española (R.A.E.), el “odio, repugnancia u hostilidad hacia los extranjeros”. Es un rechazo general: porque abarca muchos aspectos de la vida, la personalidad y el cuerpo físico de las personas. Por ejemplo, uno puede ser xenófobo porque no acepta otra religión más que la que profesa; o puede no caerle bien una persona porque es de un nivel socioeconómico menor; puede generar rechazo aquel que tenga costumbres diferentes como -comer arrodillado o bailar en un ritual-; o por el simple hecho de que sea de otro color de piel (una cuestión totalmente biológica).
Miles de ejemplos se pueden encontrar referidos a la xenofobia.
Pero la pregunta es, ¿Cómo surge este rechazo en y hacia las personas? Se podría pensar que es derivado por el egocentrismo que tienen los humanos. Éste es definido por la R.A.E. como la “exagerada exaltación de la propia personalidad, hasta considerarla como centro de la atención y actividad generales”. Entonces, este hecho, totalmente psicológico, ¿qué genera? Que uno se crea el centro del mundo, que todo tiene que ser según él lo piensa, que todos tienen que ser como él y tener las mismas costumbres e ideas que sus convicciones y su contexto social así lo crean. Esto último está muy vinculado con lo que es el etnocentrismo, lo que, según la R.A.E., es la “tendencia emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades”.
Y este es el punto principal de la xenofobia: el rechazo surge por la no aceptación de la diversidad. Por ejemplo, si yo soy un egocentrista voy a ver al japonés, con todas sus costumbres y tradiciones, como una persona “inferior” a mí, lo mismo que cualquier otra cultura.
Se puede entender a la xenofobia, también, como el miedo o rechazo a la invasión de lo que uno siente como “propio”.
Por ejemplo, es muy cotidiano escuchar frases como “volvé a tu país”, “inmigrante”, etc. Lo que sucede es que uno se siente invadido e incómodo con la presencia de una persona diferente a como uno es. En base a esto, lo único que busca es que la persona de otra nacionalidad, cultura o nivel socioeconómico se vaya de “su” país, para así poder volver a la “comodidad”.
Está muy relacionada la xenofobia con la falta de empatía, porque muchos no tienen la capacidad para ponerse en el lugar del otro y entender que el inmigrante llegó al país por una cuestión de necesidad: para escapar de la guerra, porque necesita trabajo o simplemente para rearmar su vida.
Podría uno preguntarse: ¿no se dan cuenta que pueden ser sus hijos aquellos a los que se los discrimina?; ¿tanto vale “tu” país como para no aceptar a otra persona diferente a uno?; ¿no se dan cuenta que son ellos mismos, los egocentristas, los que pueden cambiar y hacer de esto algo más solidario?; ¿acaso por ser homosexual, negro, pobre o judío no tenés los mismos derechos? Estos son sólo algunos de los interrogantes que surgen a la hora de hablar de aceptación. Hay que modificar muchas actitudes y comportamientos antes de declararse uno como “inclusivo”, porque es muy fácil decirlo, pero la verdad está en llevarlo a la práctica.