Así decía el personaje principal de un sketch del Negro Olmedo de los años ochenta. Precisamente era un dictador de una república bananera (Costa Pobre) al que cuando le decían que el pueblo reclamaba algo respondía de ese modo: “¡De acá!”. Uno imagina a las actuales autoridades del EjecutivoNacional diciendo esta o peores cosas en el mismo sentido.

Un Gobierno que solo ganó (superó al oponente, digamos, en cantidad de votos para cargos ejecutivos, por poco más de un punto (700.000 votos sobre millones de ellos), arrasa a través de decretos de necesidad y urgencia con una buena cantidad de Leyes de la Nación, votadas en el Congreso, debatidas en tiempo y forma, reglamentadas, etc.

Durante doce años, varios integrantes del actual gobierno, sus cómplices mediáticos y sus socios políticos fueron fervorosos defensores de la Constitución (la que nunca fue quebrada o forzada por un gobierno que ganó en primera vuelta por más de 30 puntos); fanáticos de la calidad institucional (que siempre funcionó con respeto por la división de Poderes); devotos a ultranza de la República (que nunca corrió peligro alguno). ¿Y resulta que ahora, cuando les toca a ellos respetar todas esas leyes, esas instituciones de la República, esa división de poderes, son una topadora vía decretos de cada una de esas garantías democráticas?

Está claro que querían esto: un Congreso paralizado, una buena parte de la población disfrutando de sus vacaciones, para, bendecidos por un paraguas mediático escandaloso jamás visto desde la dictadura cívica militar, que naturaliza cosas muy graves de todo tipo, pasar debajo del puente, como contrabandistas del Siglo XIX, una cantidad sorprendente de violaciones a las leyes y los derechos adquiridos.

Probablemente, con un Congreso en funciones, esto hubiera sido mucho más difícil de realizar. Porque, justamente, el gobierno del poder real solo cuenta con el exiguo aval de haber triunfado ajustadamente en el balotaje. No cuenta con mayoría en las cámaras y eso colocaba en riesgo su idea de pechar al resto de la sociedad como bestias en fuga.

Pero eso es la democracia: un equilibrio de fuerzas.

El Artículo 22 de la Carta Magna de la Nación dice que “El pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución”. Es decir, que quienes no votamos por este gobierno pero sí lo hicimos mayoritariamente por quienes nos representan en el Congreso, debemos exigir el pleno funcionamiento de dichas instituciones

A esa brutalidad del gobierno del procesado (lo será aunque sus jueces y fiscales amigos intenten borronear causas y expedientes) responderemos con militancia y participación.

Y si aún así siguen la violencia y la intolerancia expuestas hasta hoy, veremos qué instancias son las que adoptamos. Lo que es seguro es que ejerceremos nuestro derecho de empoderados hasta las últimas consecuencias.

Entraron pateando la mesa. Por ahora juntamos los vasos, los platos y los cubiertos para volverla a armar. Pero sepan que no somos los anestesiados de los noventa ni los solitarios rebeldes de los setenta. En tal caso, somos los herederos de estos últimos. Dispuestos a no repetir errores pero con el mismo convencimiento, renovado por estos doce años de ejercitar derechos.

No nos subestimen. Puede ser un error lapidario.