Recuerdo en detalle cuando se emitió el billete de $100 con la imagen de Eva Duarte de Perón. Recuerdo tus posteos al borde de la indignación porque la figura elegida no te representaba. Vos, el mismo que portó durante años a Roca en la billetera y en la conciencia sin que se te erizara ni un pelo de las cejas. Quizás porque ni siquiera te molestaste en hacer un poco de revisionismo y leer sobre la siniestra conquista del desierto.
O sí, aunque prefiera pensar que se te pasó de largo.
Recuerdo los intentos de boicot a aquel billete, diciendo que era fácilmente falsificable o que los cajeros no lo leían. Te recuerdo negándote a aceptarlo en tu comercio. Te recuerdo enojado con el Banco Central de la República Argentina porque promovía sanciones a quienes complicaran su circulación.
Recuerdo que con el de $50 con la imagen de las Islas Malvinas fuiste políticamente correcto y disimulaste el escozor. O te ayudó el chauvinismo maradoniano y la mano de dios, milagrosa selladora de grietas, porque no te quejaste tanto.
Recuerdo que no reparaste en que ambos billetes fueron premiados internacionalmente, por ejemplo, por Reconnaisance Internacional.
Sí. Leíste bien. No se trataba de ninguna organización de morochos unidos. El que los eligió por diseño, relevancia nacional, equilibrio de las medidas de seguridad, identificación con la ideología nacional del país, aspiraciones de la población y educación pública, fue un jurado bien gringo y rubio, de esos que te siempre te caen bien, integrante de la agencia especializada en billetes que congrega a bancos centrales, casas de moneda y proveedores de la industria mundial.
¿Por qué se me dio por recordar todo esto? Porque en estos días comenzaron a circular las imágenes de los probables nuevos billetes de $200 y $500. Y al margen de cualquier análisis económico en el que no voy a detenerme hoy, porque es demasiado sábado como para ahondar en los perjuicios de emitir moneda de mayor valor y su intensa relación con el blanqueo de divisas y con la devaluación que supimos conseguir, me llama poderosamente la atención no haberte leído aún manifestarte al respecto.
O no.
Animales. Fauna, autóctona en el mejor de los casos, es lo que llevarás en la billetera a partir de ahora. Y empiezo a intuir que una vez más se te pasó de largo. Que no te diste cuenta de la simbología que existe en que reemplacen nuestra historia por especímenes acuáticos o terrestres. Que si no te quejaste es porque enero tiene ese dejo de descanso obligado, que impide exigirle a las neuronas que se indignen o que reparen en lo terrible de perder la peor de las batallas: la cultural. Atribuyo a eso tu silencio. Y no a ciertas complicidades que, a esta altura, comienzan a doler hasta en el cuerpo.
Si hasta ahora nos dividía una brecha, ahora se sumaron un par de billetes. Y si entendiste algo de lo que te conté aquí, sabrás entonces por qué elijo estar del lado EVA de la moneda y a la izquierda de la grieta. Para siempre.