En mayo de 1996 la tevé mostró como algunos habitantes de las llamadas villas miserias, ubicadas alrededor de la capital rosarina, comían gatos para subsistir. La noticia tuvo un fuerte impacto y las voces fueron múltiples. Desde personajes allegados al Gobierno del, por entonces, presidente Carlos Menem, como Carlos Ruckauf, negaron la información y la tildaron de ficticia o montada. Otros repudiaron estos actos y criticaron duramente al gobierno. Era (y sigue siendo) inimaginable pensar a una persona comerse a su mascota.
El simple hecho de ver a pobres comiendo gatos podría asociarse, metafóricamente, con una actitud de canibalismo desde nuestra percepción cultural occidental.
Ahora bien, el tema central aquí, es ver cómo hemos respondido frente a la pobreza y a la miseria en estos últimos veinteaños.
Por suerte, no hemos vivido otro acontecimiento igual, o al menos no lo hemos visto. Sin embargo, la pobreza lejos de disminuir se mantiene o, quizás aumenta, y esto es difícil de corroborar ya que tanto los políticos como las entidades que nos deberían brindar esta información no son claros y, en cierta medida usan y esconden los datos a su favor. Parece que estamos lejos de acercarnos a la "pobreza cero" planteada por nuestro actual presidente, Mauricio Macri, en las elecciones de diciembre pasado. La pregunta clave, ante tanta desconfianza e incertidumbre que acecha a una gran cantidad de argentinos producto de la inflación, es: ¿Cómo seguimos?
Esperar la respuesta de los gobernantes de turno me parece un acto de desinterés social.
Es lógico, que la mayoría de las personas que tenemos la posibilidad de educarnos tomemos diversas posturas frente a los actos de los demás, incluso de los pobres, vistos como seres ajenos y lejanos a nosotros. Es por ello que queda en nosotros entonces, negar, condenar o afrontar los actos de las personas tanto de las personas carenciadas como lo de los políticos de turno.
Ver de qué lado de la vereda nos sentamos, ya sea para ayudar a resolver o para darle la espalda al conflicto, termina siendo un problema, más aún cuando el individualismo y los intereses personales nos obnubilan constantemente.