La historia de Los pasos perdidos, publicada por Alejo Carpentier en 1953, está narrada en primera persona por su protagonista, un músico al que no se le menciona el nombre, y que alrededor de su vida gira el amor de tres mujeres: Ruth, su esposa actriz; Mouche, la superficial amante; y Rosario, la mujer mestiza a quien ama.

La perspectiva que asume el autor de la obra, es la de situar al lector frente al contraste entre lo real y lo imaginario, donde planteala formación del artista y la relación del hombre con la naturaleza.

La visión de la novela es de un modo mítica, que representa la experiencia de dos vidas opuestas: la ciudad de donde procede el viajero -que deja atrás su agotada vida con una esposa esclava de su trabajo, cargada de tensiones, con quien no se siente acogido-, y la naturaleza aún virgen a la mirada insaciable del hombre.

El desarrollo de la novela se esquematiza, en primera instancia, en el viaje a la selva venezolana, que remonta el innominado personaje por el río Orinoco, que pueden remitirse, más que de un viaje físico, a un viaje de introspección.

En esa realidad ficcionada, contada con las palabras efectivas de Carpentier, en donde el personaje central y la ciudad en donde vivía carecen de nombre, el músico viaja hasta sus orígenes, en busca de los primeros instrumentos de la música; va descubriendo los distintos estratos sociales mediante una regresión en el tiempo, y el valor de aquellas cosas que eran insignificantes para él.

El viaje en sí, representa por parte del personaje el descubrimiento gradual de su propia identidad, aunque tan ajena a su realidad misma.

Esa marcha por el interior de la selva, donde intentaba apropiarse de los instrumentos originarios de la música, lo situará en la extrañeza, lejos de la rutina, el consumismo, la angustia y la misma vida ciudadana que le generan al artista un vacío espiritual, una vida sin vida. La selva, el pueblo llamado Santa Mónica de los Venados es el lugar en donde el protagonista es “el dueño de sus pasos”.

Lo interesante es que esa experiencia genera tensiones internas en el protagonista, donde un modo de liberarse de ellas es el de escribir una especie de diario como estrategia ante el olvido; como un tipo de liberación de las imágenes presentes en la visión depositada por un artista con la pérdida de los límites de lo real y lo imaginario.

El autor exhibe al viajero como alguien que tiene la conciencia de su compromiso como hombre y artista, que al perderse en el interior de la selva, como una manera de evadir en cierto sentido su realidad y su pasado, logra encontrar su impensado lugar en la vida.

La composición del Treno –como define el aventurero al descubrimiento de la música- que también ocupa gran parte de las líneas centrales de la obra, en donde un brujo, trata de resucitar al hombre muerto, puede dar el nacimiento de la música en medio de la selva a través del ensalmo, es un claro ejemplo de lo mítico en función a la realidad moderna.

Esta historia es un símbolo de la brecha cultural existente entre dos mundos incompatibles, con una visión contrastiva entre la vida en las grandes ciudades modernas y en la selva.