La semana pasada, producto de la victoria en balotaje de Rodriguez Larreta, jefe de gobierno porteño electo, Mauricio Macri actual alcalde de Buenos Aires y pre-candidato presidencial por la alianza Cambiemos se dirigió con un discurso poco cotidiano. Se vislumbró un actual jefe de porteño a favor de políticas que antes rechazaba. 

El punto en esta historia no es el cambio de pensamiento político rotundo del empresario, sino de las profundas connotaciones electoralistas que supone ese discurso, partiendo de la idea que Macri se ha negado a formar parte del estatismo kirchnerista desde la recuperación de las AFJP hasta la estatización financiera de YPF, algo que se tradujo a la oposición adepta del PRO y allegados en el parlamento nacional. 

Es difícil no poder percibir la necesidad de captar el voto que se nuclea en el kirchnerismo, una estrategia que se empieza a desplegar en su campaña, como la versión "mejorada" del kirchnerismo, con el lema de ser un administrador ejemplar de la ciudad.

Lo que se traduciría a un estadista según el planteo político de estructura que busca plantear a nivel nacional el equipo de la alianza tripartita (Macri-Carrio-Sanz). 

 Lo que sabemos que se escapa de este discurso es el pasado, ese lugar donde vimos a un Mauricio Macri que reivindicaba el esquema privatizador y achicador de las actividades del estado, propias de un liberalismo libertario, algo que proclamó durante su carrera política temprana, y que justamente tomo un giro contrario en estos últimos días. 

Suenan sospechosas sus nuevas ideas que marcan la contradicción ideológica en un acuerdo entre partidos que de por si ya suman contradicciones pero los une un solo punto, la oposición a un proyecto político a largo plazo arraigado a un país por más de 10 años. 

Entonces si un espacio apoya dos maneras de concebir una economía nacional, que se contradicen entre si, esto supone la incertidumbre de acciones que se generan dentro de ese acuerdo político e incluso la falta de concordancia en un escenario electoral. 

Esto supone también una jugada fuerte del Pro, donde se arriesga todo el voto opositor a las políticas estatales desde los últimos años, la incógnita de todo esto no es el objetivo real, sino que si realmente esto presupone un crecimiento porcentual o la complicación de un escenario en las elecciones generales de octubre, que en las PASO se verán los primeros frutos de los intentos electoralistas de los candidatos opositores. 

En primer lugar, esto supone un argumento a favor del candidato oficialista Daniel Scioli, donde representa a un frente electoral impulsor de las políticas que hoy son elogiadas y apreciadas para su continuación a lo largo del tiempo por quienes se opusieron en el primer momento que formaron parte de las propuestas concretas del oficialismo.

 

Ya es evidente el choque entre dos ideas de país contrarias, ya no se discute el papel central de la economía, sino la política al servicio de la sociedad, o la sociedad al servicio de la política.