Lejos ha quedado el recuerdo del médico de barrio, a quien se consultaba por cualquier tipo de dolencias; el que realizaba las primeras consultas y apaciguaba la ansiedad del saberse enfermo, quien derivaba pero acompañaba a sus pacientes durante su dolencia. Aquel que nuestros padres llamaban cuando teníamos anginas o alguien había fallecido; quien conocía a toda la familia e incluso había atendido a dos o más generaciones. Aquel que era corriente verlo sentado a la mesa de sus vecinos.

Los cambios sociales, la ruptura de antiguos paradigmas y una nueva estructura en la concepción de los valores, han generado profundas modificaciones en la sociedad.

Todo tiene que ver con todo se dice comúnmente y la individualidad que se ha establecido para las relaciones personales y las que implican cómo veo al otro, también. Tiempo atrás, era impensado que ese profesional no atendiera a un vecino. Así fuera algo que no estuviera en sus manos solucionar, siempre disponía de media hora para contenerlo. La prioridad del desempeño de la profesión muchas veces no era económica, el respeto de la comunidad era un galardón que los médicos ostentaban no sin orgullo.

Pero los tiempos cambiaron. La comercialización de la Medicina, muchas veces necesaria para cubrir las necesidades de una permanentemente creciente población, han llevado a romper esos vínculos.

Uno ya no es Fulano, hijo de Mengano, nieto de Zutano a quienes atendieron el mismo profesional, ahora somos una historia clínica en el sistema, que diversos profesionales a lo largo de nuestras dolencias, de acuerdo a la obra social, la precarización laboral o los acuerdos o fusiones comerciales, van rotando indefectiblemente.

La sociedad de consumo ha hecho que estos profesionales, que no son ajenos a la realidad, también cambien sus necesidades, prioridades e identidades, como todos nosotros.

Pero no es todo culpa de los galenos. Esa precarización laboral, por los bajos sueldos que ostentan, los hacen muchas veces excederse en la capacidad física de trabajo, realizando guardias de 24 horas varias veces a la semana, viajando muchas horas y ni hablar cuando deben hacer cursos de perfeccionamiento además o dedicarle tiempo a sus propias relaciones familiares.

Y a todo esto hay que sumarle la "industria del juicio" que la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación ha mencionado, advirtiendo que le responsabilidad civil de un médico debe ser analizada muy detenidamente, ya que existe un menoscabo en sus capacidades por estar permanentemente preocupados por las acciones legales que les pueden iniciar los pacientes no conformes con la atención recibida. Esto limita, sumado a las carencias que sufren los hospitales públicos en cuanto a la calidad de la atención.

Las patologías que sufren son variadas; desde estrés hasta ataques de pánico, pasando por enfermedades cardíacas y úlceras, son las más comunes. El doctor. Mario Rípoli, docente de la UBA, hablaba de la "proletarización de la medicina", y señalaba que los médicos no pueden ser responsables del estado de la Salud argentina, ya que las mismas cosas que atienden en los pacientes les pasan a ellos.

Sin pretender justificar situaciones particulares que conllevan desidia, impericianegligencia, que existen en todas las profesiones, es responsabilidad política generar mejores condiciones y controles para los médicos. Son la primer persona que vemos y la última en esta vida; nos lo merecemos todos.