Según definía el filósofo Zigmunt Bauman en su conocida obra "Amor liquido", el mundo globalizado produjo cambios radicales en las relaciones sociales, y en el miedo a establecer vínculos duraderos, más allá de las conexiones.
Bauman asegura que nuestras vidas están repartidas entre dos mundos, el online y el offline. En la versión offline, el amor significa compromiso, aceptación de los riesgos, escoger un recorrido incierto, inestable, con la esperanza -y la determinación- de compartir una vida con otro ser humano. El amor puede traer felicidad.
En la versión online, no es amor en absoluto. "Somos protagonistas de nuestras propias películas, nos fotografiamos incesantemente, basta un clic del mouse y una máquina nos confirma nuestro estado emocional. Hacerse amigo de una persona se reduce a incluir a esa persona en nuestro salón privado de espejos favorecedores". Y añade el autor que "el empeño de gustar plenamente es incompatible con las relaciones amorosas".
Un estudio de la Universidad Brunel de Londres reveló lo que muchos creían: lo que mostramos en las redes sociales, en Facebook por ejemplo, no es precisamente la vida real. Los que se prestan a postear fotos que demuestren felicidad matrimonial o en el noviazgo tienen graves problemas de autoestima.
Por otro lado este estudio precisó que los que cuentan en la red social sus éxitos personales o profesionales, sufren de extremado narcisismo y quieren acumular "me gusta" como triunfos.
¿Dónde quedó el amor? Hoy vemos una imagen de una propuesta de casamiento y nos parece tierno pero no analizamos si es más importante registrarlo para compartirlo y "mostrar", que pensar, ¿están viviendo realmente ese momento?
El problema no es la tecnología, sino qué hay dentro de nosotros. Si sos celoso, con las redes sociales vas a serlo más, afirman los psicólogos. En el fondo, nos consideramos muy modernos y conectados, pero seguimos siendo muy convencionales en las relaciones.
Es que el exceso de comunicación genera apegos afectivos y controladores, el concepto de intimidad se ha modificado.
Las parejas ya no se forman para durar toda la vida, al contrario, tienen fecha de vencimiento y duración limitada. Se le presta más atención a los mails, contactos y anuncios del teléfono que a la persona que tenemos delante.
La solución estaría en no permitir que las redes sociales se transformen en un enemigo silencioso a la vida de las parejas, sacando a flote varios conflictos que reflejan inseguridades y falta de límites no comunicados o simplemente desechados por la cotidianidad de la relación.