La evolución constante de la comunicación ha cambiado nuestras vidas. El mundo de la Tecnología ha revolucionado nuestras formas de pensar, de interactuar e, incluso, ha moldeado nuestras rutinas. De una forma u otra, desde la llegada de Internet, acentuada con el uso de los ordenadores portátiles y luego con los dispositivos móviles, se han modificado algunos, sino muchos, hábitos de nuestras conductas. Las nuevas programaciones de software, o la llamada "cultura del software" del ruso Lev Manovich, conllevan a la conformación de nuevas redes que, a su vez, readaptan el comportamiento humano.
Es de esta forma entonces, que la relación hombre máquina se va reconfigurando.
Una de las grandes preguntas que se han ido generando en nuestros días es si debemos tratar de entender hasta dónde nos puede llevar el mundo de la tecnología. Es decir, si el hombre se ha vuelto dependiente de las máquinas (hoy más amigablemente reconvertidas en "devices") o si la construcción de pensamiento crítico sigue primando en nuestro interior.
Lo que empezó como una búsqueda de mejora laboral mediante la construcción aparatos sofisticados y productivos se ha tornado, en los últimos tiempos, en una relación de interdependencia ligada a la dicotomía hombre – máquina. Diversos temas y debates giran en torno a esta problemática actual.
Ya Eco, hace varios años, planteaba la división de miradas teóricas al plantear las diferencias entre apologistas e integrados. Desde otro punto de vista, diversas películas de ciencias ficción, como Terminator o Matrix, han mostrado las dos caras que posee esta relación entre el hombre y sus creaciones tecnológicas. Lo cierto, es que más allá de las teorías apologistas o ecologistas, en estos tiempos hay una sobredosis de información; y palabras como "Big Data" o "AI" (Inteligencia Artificial por sus siglas en inglés) se han convertidos en vedettes y en anglicismos que se usan en diversos países y ciudades de todo el mundo.
La cuestión siempre gira en torno a qué hacer con ellas y cómo tratarlas.
En la era de la comunicación todo se ha hecho, inevitablemente, más rápido. Así todo, el daño que puede ocasionarse cuando los medios no son utilizados de forma correcta puede ser desastroso. Uno de los ejemplos más claros es la pérdida de la comunicación interpersonal, o mejor dicho cara a cara.
Las personas, últimamente, tendemos a estar más pendientes de lo que sucede en las redes, visualizada a través de los dispositivos móviles, que del entorno no virtual. Por otro lado, la noción del tiempo y la distancia se siguen acortando. Hoy en día es posible trabajar un documento desde Nueva York conjuntamente con alguien que esté en Londres; se puede discutir sobre el trabajo, mejorarlo, compartirlo, difundirlo, todo de forma online.
Sin lugar a duda las llegada de las nuevas tecnologías, desde la creación de Internet 2.0, ha revolucionado nuestra vida y lo seguirá haciendo en un futuro. La cuestión clave será entonces, determinar qué tanto nos influye y cómo nos condiciona. Al menos, en lo que respecta a las relaciones personales, es decir entre seres humanos.